LEBLOUH
El ojo del amo la engorda
y ella es
un dolor de ganado escaldando
la conciencia del cielo.
Dueña de nada.
Ni siquiera dueña
de la boca de sol que canta blanco
cuando canta la infancia.
Dueña de nada.
Ni siquiera dueña
del
hambre propio como ceremonia.
El ojo del amo la engorda
y ella es
un abanico oscuro
que se abre y estalla.
En torno a la cintura deformada
se agolpan
olores como espinas.
Del ángulo más triste de la boca
cuelga una araña de saliva.
De día,
será una mujer obesa
adornando la cama
del macho que pueda pagarla
(y sus padres contarán las monedas
con alegría idiota).
De noche
será una niña delgada, una gacela,
un verso recitado por el viento,
un sueño que se sueña a escondidas del mundo
(sin amo, sin patrono, sin cacique,
desnuda apenas en el tallo del agua).
En
Mauritania se considera bellas a las mujeres obesas, quienes pueden aspirar a
un matrimonio ventajoso, e inferiores a las delgadas. Según la tradición
conocida como Leblouh, muchas
familias envían a sus hijas desde los cinco años a granjas donde las someten a
un cruel proceso con el fin de ganar kilos. Allí obligan a las niñas a ingerir
enormes cantidades de comida y se las castiga duramente si se niegan a comer.
La práctica del Leblouh no es homogénea sino que está
dividida en focos: en las zonas rurales es común, mientras que en las
ciudades está cayendo en desuso.
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