HERENCIA
(SI LA MGM MUERE, ¿QUIÉN SE QUEDARÁ CON
EL LEÓN?)
Vamos a despedazarte,
aún
antes de darte por muerta.
Vamos a
cortarte en trozos pequeñitos
como si
fueras una hoja de papel
donde
hace muchos años se escribió una historia
de
zapatitos de charol, soquetes primorosos,
muñecas
que daban un poco de miedo,
porcelanas
frías que acunabas
cumpliendo
el atávico mandato de ser madre,
madrecita.
Para
eso eras mujer,
para
eso ibas a sangrar por dentro y por fuera,
y te
ibas a avergonzar,
y te
ibas a doler en los filosos rumores
de
todos los cristales rotos.
Una
historia en la que flotaste como una nube de algodón de azúcar
hasta
que esa sangre te inventó un cuerpo.
Él se va a quedar con tus ojos
Él se va a quedar con tus ojos
(y con
todos los puertos que se apostaron en ellos,
todos
los golpes de agua,
y esos
barcos que nunca fueron a ninguna parte
asilados
para siempre
en la
línea candorosa de tus pestañas).
Ella se va
a quedar con tus manos
(y con
todos sus trajines milagrosos,
dedos
como lenguas dulces lavando
las
cabezas diminutas de tus recién paridos,
dedos multiplicándose
como animales de luz).
Yo me voy
a quedar con tus pequeños pies
de
bailarina que no fue
(también
con tu voz contándome
aquel
cuento de las zapatillas rojas,
aunque
fue hace tantos años que eso sucedió que ahora no sé
si me
lo contaste con la voz o me lo contaste con los pies).
Los chicos se van a quedar con tu regazo,
Los chicos se van a quedar con tu regazo,
al que
treparon cientos de veces
cuando
el miedo fue viejo de la bolsa,
fantasma
Benito, bruja de acá a la vuelta,
lobo
feroz, enfermera con jeringa en mano.
“Si
la MGM muere, ¿quién se quedará con el
león?”
Es un
cuento de Bradbury que leí ayer
y
aunque no tiene nada que ver con esto que nos pasa
me hizo
pensar tanto en nosotros.
En
nosotros cuando estés muerta de verdad
y él
quiera quedarse con tus sillas Luis XV
(pero
yo también las quiera),
y ella
quiera quedarse con tu precioso baiu
(pero él
también lo quiera),
y yo
quiera quedarme con tu vajilla de porcelana francesa,
(pero
ella también la quiera)
y
seamos nosotros los que nos despedacemos
y nos
cortemos en trozos pequeñitos,
mientras
los chicos,
(los que
se quedaron con tu regazo y nada más),
husmean en tus cajones.
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