domingo, 15 de noviembre de 2015

RAQUEL FERNÁNDEZ - SELECCIÓN DE POEMAS, PRESENTACIÓN DEL VOLUMEN

RAQUEL FERNÁNDEZ - SELECCIÓN DE POEMAS

PRESENTACIÓN DEL VOLUMEN

Creo que el primer lugar significativo en mi vida es la ciudad donde nací, Avellaneda, en el sur del Gran Buenos Aires, la misma ciudad donde nació Alejandra Pizarnik, una de mis referentes más firmes en lo que a poesía se refiere. Acercarme a la poesía de Alejandra fue redescubrir esta ciudad, no porque haya alusiones a Avellaneda en su trabajo, sino porque fue muy fuerte descubrir que lugares cotidianos para mí (el Colegio Normal del centro de la ciudad, la calle Lambaré, donde vivía uno de mis amores de la secundaria) habían sido también lugares cotidianos para ella. Fue una sorpresa muy agradable enterarme de que mi padre le compró los anillos de casamiento al papá de Alejandra, que era joyero. Y el segundo, es Rapa Nui (Isla de Pascua). Mi primer poemario, “Ojos que miran al cielo”, es casi un diario de viaje de mi visita a Rapa Nui en el año 2006. Conocer la isla era un sueño largamente acariciado por mí, desde que era muy niña y coleccionaba tarjetas postales y llegó a mis manos, no recuerdo cómo, la imagen de un maravilloso moai de espaldas al mar. Quedé fascinada. Casi no uso bijouterie, pero sí llevo un collar con un dije de coral que es una esfinge del Tangata Manu, el sagrado Hombre Pájaro de Rapa Nui. Es una manera de sentir cerca a la isla. Porque asumo que ese fue alguna vez mi lugar en el mundo y hay un lazo muy fuerte que me une a Pascua. Un lazo espiritual.
De la radio, ¿qué decir? Escribo poesía pero me gusta, me fascina, contar historias. Soy maestra de educación inicial (3 a 5 años), por ende, soy una cuenta cuentos nata. Por ahí pasó mi programa de radio anterior y por ahí pasa también el que hago en la actualidad. Leo poesía, sí, pero también cuento historias, anécdotas sobre personajes históricos escritores, pintores, artistas en general. No me gustan las biografías que citan fechas y lugares, me gustan los pequeños detalles, esos que quizás pasan desapercibidos. Soy de las que te cuentan que a Alfonsina Storni le gustaban los chicos jóvenes y se tiró un lance con Manuel Mujica Láinez cuando ella tenía 35 y él, 18, o que el asteroide 2476, descubierto en 1976, se llama “Andersen” en honor al escritor danés, o que que Leopoldo Lugones estaba tan enloquecido de amor por Emilia Cadelago que manchaba las cartas que le escribía con su sangre y su semen. Me encanta hacer radio.
¿Los autores que me han marcado? Si hablamos de poesía, me inclino especialmente por tres mujeres: Alejandra, por supuesto, Anne Sexton y Silvia Plath (uno de mis poemarios se llama “La antigua enfermedad del otoño”, así es como Sylvia llamaba a su depresión). Uno de los libros que más me marcó fue “La campana de cristal”, de Plath. Leo mucha, muchísima poesía. Pero también soy una enamorada del cuento, fan absoluta de Ray Bradbury. Cuando ese viejecito murió lloré como si hubiera perdido a alguien de mi sangre. De hecho, lo nombro como “el viejo tío Ray”. Me emociona profundamente. Me gustan muchísimo Borges y Cortázar, como cuentistas y también como poetas. Y, para novedad, los clásicos: adoro a los grandes novelistas rusos del Siglo XIX, Tolstói, Chejov, Dostoyevski, “Anna Karenina” es brillante desde su primera frase: "Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera". También tengo cierta fascinación por los clásicos infantiles; aparecen recurrentemente en mi poesía.
Soy fan absoluta de “The Beatles”, desde que era muy chiquita. Mi primer programa de radio se llamó “En mi vida” por la maravillosa canción de Rubber Soul, que, además, era la cortina musical. Recuerdo que la primera vez que salí al aire y dije: “Mi nombre es Raquel Fernández y esto es En mi vida” caí en la cuenta de que sonaba horriblemente egocéntrico. Pero creo que con el tiempo quedó claro que el nombre pasaba por un homenaje a "The Beatles". Mi programa actual se llama “Más de cien mentiras”. También soy fan total de Joaquín Sabina. La música ocupa un lugar muy relevante para mí. En general soy bastante abierta, y voy desde lo clásico al rock a la canción de autor al tango sin problemas. Lo que no soporto mucho son esos ritmos latinos que incluyen perreos y letras machistas.  
Una anécdota sobre un recital: el poema “Chicas correctas”, que aparece en la Antología, lo escribí en la cancha de River Plate, en un recital de The Cure. Estaba con Adriana, la chica a la que está dedicado (nos conocemos hace más de treinta años), y antes del show habíamos estado tomando un café y charlando de lo que habíamos hecho mal, porque ella no estaba pasando un buen momento en su vida. Creo que me preguntó concretamente: “¿Qué hice mal?”. Y la pregunta quedó dando vueltas en mi cabeza. Así que mientras Robert Smith cantaba yo hacía poesía. Es un poema que salió de un tirón, casi no necesitó correcciones.
Tengo un sueño muy mundano, que es conocer Liverpool. Los demás, los que tienen que ver con mi trabajo, de a poquito, los voy cumpliendo. Evidentemente no vivo de la poesía, pero mi último libro, “Interrumpidas”, que abarca 30 años de violencia contra la mujer en la Argentina, ha sido un punto de inflexión en mi carrera. Ha tenido bastante repercusión y ha conseguido que gente que usualmente no lee poesía lo haga. La recepción del público ha sido muy buena, a pesar de la dureza de la temática del libro. Quizás porque, tal como dijo en una de las presentaciones Beatriz Regal, la mamá de Wanda, asesinada por su esposo Eduardo Vázquez, quien la prendió fuego en febrero de 2010, los poemas están enfocados en las víctimas y he elegido cuidadosamente las palabras para hablar de sus vidas truncadas desde el amor. En “Interrumpidas” el dolor busca convertirse en abrazo, en amor. No hay lugar para el odio o para la revancha. Sí se señala a los culpables (en el caso en el que hayan sido hallados) en una pequeña reseña que cuenta la historia de cada víctima al pie del poema que la recuerda. Pero las protagonistas son ellas. Los padres de muchas víctimas, en particular, han recibido el libro con mucho agradecimiento. Me han escrito muchos de ellos. Otros me han acompañado en las presentaciones. Creo que los padres tienen una gran necesidad de que se hable de sus hijas, de que se las recuerde. Rafaela Pinto, una poeta a la que admiro profundamente, cree que el agradecimiento de los papás tiene que ver con la posibilidad de darles a estas chicas la oportunidad de que sobrevivan en un verso. Según ella, un poema en un libro ilusiona con una vocación de eternidad, en un poema el alguien se perpetúa. Por supuesto, comparto su visión. Eso es lo que yo sentí cuando publiqué “Hermano”, poemario dedicado a mi hermano fallecido. Creo que con “Interrumpidas” he logrado darle voz a aquellas cuyas voces fueron arrebatadas de manera brutal. Fue, en un punto, un trabajo casi de médium. Me propuse que cada poema del libro tuviera la identidad de cada niña o mujer homenajeada y para eso fue necesario indagar en sus historias, en las circunstancias de sus vidas y de sus muertes y, sobre todo, escucharlas. He logrado con el libro lo que quería: en primera instancia, recordarlas, y, en segunda, despertar conciencia. Me ilusiona pensar que cada persona que se acerca al libro se convierte en un agente multiplicador del mensaje que me propuse dar y que no puede ser obviado. Las chicas que faltan nos faltan a todos. Este no es el problema de un grupo de familias, es un problema que nos atraviesa como sociedad, una llaga colectiva.
Soy una mujer sumamente sencilla, tengo un enorme jardín al que cuido muchísimo, donde se destacan, especialmente, las cactáceas y las orquídeas. Un esposo, contador, que me lleva algunos años y que conocí en la escuela, cuando fue mi profesor de Contabilidad. Un hijo de 20 años que está estudiando Derecho. Perdí a mi padre siendo muy niña y a mi hermano, Daniel, en el 2010. Son heridas que llevo. 

Raquel Fernández

BIBLIOTECA DE LAS GRANDES NACIONES

La Biblioteca de las Grandes Naciones tiene su origen en las investigaciones que realicé casi durante una década, en el campo de la tradición oral, primeramente del País Vasco pero que después fui extendiendo a otros pueblos como Palestina, Pueblo Saharaui, Escocia o Irlanda. Esos libros para escolares que fui publicando me acercaron a materias tan valiosas e interesantes como eran los cuentos, las leyendas, los juegos, refranes, fábulas o adivinanzas trasmitidas de generación en generación hasta que poco a poco fueron perdiendo su espacio en la sociedad. Profundizar en esos temas me hizo también comprender la dedicación de tantos y tantos folkloristas a estas materias y, en la mayor parte de los casos, su voluntad de impedir que desapareciesen esos testimonios orales y que pudieran perdurar, aunque quedara su trasmisión reducida a la lectura de páginas de libros.
Sin embargo, esos magníficos libros, auténtico tesoro de los pueblos, pasaba a ser propiedad de editoriales, en el mejor de los casos, que era cuando veían la luz las publicaciones. Por eso, pocas eran las veces que nuestra idea romántica de folkloristas de que aquellos trabajos sirvieran para favorecer a las gentes a trasmitir sus tradiciones también a través de aquella forma impresa, rara vez surtía ese efecto porque rara vez tenían acceso esas personas a aquellos libros.
Ahí surgió mi voluntad de crear un espacio editorial de consulta libre, en el que tuvieran cabida diversos trabajos relacionados con las tradiciones de los pueblos, aunque ya desde el principio se hizo necesario ampliar esas publicaciones también a la literatura escrita. Una batalla personal en la que me encuentro inmerso.
Algunos de los primeros libros publicados nos fueron acercando los cuentos tradicionales saharauis, palestinos, escoceses, los cuentos y leyendas de brujas de Zugarramurdi, personajes legendarios como Xana o Trasgu, las hadas de Irlanda o los cuentos mapuches, aunque ya esas publicaciones iban tomando alternancia con recopilaciones de relatos y en mayor medida aún, antologías de poesía de corte marcadamente social. Es por entonces, en la preparación de unos volúmenes: “Mujeres poetas del mundo”, “Mujeres en la historia” y “Ciudad Juárez poemas”, donde voy tomando contacto tanto con poetas del continente americano como con pintoras y también descubriendo su magnífica obra.
Las publicaciones relacionadas con México fueron tomando protagonismo, principalmente en los volúmenes dedicados a Ciudad Juárez, como símbolo de la lucha contra los feminicios, y recientemente, con un poemario dedicado a la activista asesinada, Nadia Vera; así como otro dedicado a los 43 Estudiantes Normalistas de Ayotzinapa, pero México debía de ser algo más que violencia en este altruista proyecto.
Por eso, no es de extrañar que cuando recibí varias obras literarias de autoras mexicanas para su posible publicación, tomara la decisión de poner en marcha un grupo de trabajo que reuniese a poetas y artistas mexicanas, en una colección de libros digitales de libre consulta, para tratar de difundir arte y literatura de estas autoras y que en pocos años pudiera funcionar de forma independiente como: Biblioteca de las Grandes Naciones México, con el sueño en el horizonte de que ese proyecto también pudiera trasladarse a otras partes del mundo.
Fruto casi de la casualidad, se adelantaron los acontecimientos, pues la invitación a una de las poetas que me recomendaron, Romina Cazón, resultó que aunque residía en México, era argentina. Cosas del destino que quiso afortunadamente a día de hoy podamos disfrutar ya de esta especial colección dedicada a las poetas argentinas.
Se me antoja comparar los volúmenes de poesía con la belleza que puedan trasmitir hermosos castillos de arena capaces de cautivarnos en cuanto nos fijamos en ellos. Pero la belleza de estas obras construidas resulta efímera porque muy pronto desaparecen, sueños de arena que agua y viento rápidamente se llevan. Pero la poesía de nuestras autoras es una construcción lenta, pulida con el paso de los años, condimentada con sabores, a veces dulces, otros amargos. Llena de ires y venires, de amores o desamores. De encuentros y despedidas. Esa hermosura que nos obsequian esculpida en verso, que no puede ser llevada ni por agua, ni por viento, ni por nada, pues eternamente queda plasmada en estas páginas inmunes al olvido.
Daniela Karina Tomé, María Cristina di Lernia, Olga Ferrari, Vanesa Almana, Martha Oliveri, hoy Raquel Fernández y pronto llegarán otras poetas y otros versos: Marcela Barrientos, Laura Felicetti, Clelia Berkovich…
Como objetivo o sueño, en el horizonte… puedo imaginar un grupo de personas reunidas en un pequeño local, poniendo en marcha la Biblioteca de las Grandes Naciones en Argentina, dirigiendo y organizando todas las publicaciones en las que participen escritoras y artistas argentinas. Pero de momento es tan solo un sueño, pues sé de primera mano la dificultad de poner en marcha un proyecto así y de la dedicación y tiempo que lleva una iniciativa altruista de este tipo.

Los grandes logros partieron desde la nada.

Xabier Susperregi

Para recibir información sobre la colección, pueden dirigirse al email:


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