TENDRÍAS
QUE HABER SIDO VOS
Tendrías
que haber sido vos.
Tendrías
que haber sido vos
el
rubio que me besó en el ‘82
y me
dijo sos la chica más linda de la escuela,
lástima
que seas tan rara,
aunque
por ahí ser rara es lo que te hace tan linda:
mientras
las otras se apretujan en el baño
para
pintarse los ojos
vos
te quedás acá, mirando el cielo de frente,
y
te colgás del cuello hilos de mariposas,
cenizas
de revoluciones,
canciones
de Bob Dylan.
Tendrías
que haber sido vos
el
vecino con el que me tropecé a los dieciséis
y al
que amé feroz y platónicamente
(es
el hombre más lindo del mundo,
igualito
a Paul McCartney,
no, más lindo que Paul McCartney;
si
no me toca me muero,
si
me toca me muero también,
combustión
espontánea le dicen,
es
raro, pero pasa).
Tendrías
que haber sido vos
el
chico que me acarició la cabeza
cuando
el amigo de Richard Gere se suicidó en “Reto al destino”
y yo me
puse a llorar desconsoladamente.
El que
me compró un amanecer en la playa
y me
dijo que ahí, en el sol,
iba a
estar lo que quisiera ver, siempre.
Tendrías que haber sido vos el pibe de la fábrica,
el
hermano de mi odontólogo,
el
baterista de ese grupo ignoto que nunca llegó a nada,
el hombre
que tiene los ojos del mismo color que los de mi hijo.
Tendría que haber sido otro
el que
apareciera
cuando estuviera cansada de vos,
y me
dijera que sí pero no,
que tal
vez, si yo no tuviera que revisar cuadernos,
que tal
vez, si nos hubiéramos conocido hace veinticinco años,
que tal
vez en la próxima vida
cuando seas vos el mentiroso que me tome del brazo con dulzura
y me
diga al oído
sos
la chica más linda de la escuela, la más sexy,
la
que saldría seguro en la tapa de Playboy
si
no estuviera siempre buscándole la vuelta a las canciones de Bob Dylan
y
no fuera tan bajita.
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