FELICITAS
A Felicitas Guerrero de Álzaga
A Felicitas Guerrero de Álzaga
Alguien
tiembla
en el
extremo húmedo
de una
lluvia que cuece en el asfalto
un convite
de flores fermentadas.
Alguien
tiembla
dentro-fuera
del pulso de las sombras,
la náusea
devenida en sangre negra,
los ojos
arrastrando
su áspero
olor a sales y espejismos.
Atrincherada
en un
enero dulce
donde
maduran los frutos y los peces,
custodiada
por cuatro gatos grises
que no
claudican ante la mortaja,
tiembla la
novia muerta.
Una araña
descalza
ha tejido
una red de
dolor entre sus dedos.
Oscilará
toda la noche sobre el llanto
y se
dejará caer al alba,
como un
ángel
con el ala
quebrada.
Felicia Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto, popularmente conocida como Felicitas Guerrero, fue una adinerada dama porteña, considerada en su época como la "mujer más bella de la República Argentina". A los 15 años se casó con el hacendado sexagenario Martín de Álzaga, con quien tuvo dos hijos que murieron en la infancia. A los 26 ya era viuda; seguía siendo hermosa y muy rica. Se la disputaban dos jóvenes impetuosos, Enrique Ocampo y el estanciero Samuel Sáenz Valiente, quien ganó el corazón de la joven. Ocampo, que la cortejaba desde siempre, no soportó el desprecio y pidió verla antes de la boda. Discutieron y él le asestó dos disparos. Felicitas murió al día siguiente, la mañana del 30 de enero de 1872. Según la familia Ocampo, los Guerrero mataron a Enrique; según los Guerrero, el desesperado pretendiente se suicidó. La familia de la joven muerta hizo construir en su honor la Iglesia de Santa Felicitas.
La leyenda sorprende a Felicitas paseando por detrás de las rejas de la iglesia todos los 30 de enero. Llora. Algunos le dejan pañuelos atados a los barrotes. Se dice que cuando la iglesia fue restaurada por primera vez, el arquitecto encargado de la tarea descubrió que todos los ángeles de la fachada tenían el ala derecha caída, cosa que nadie vio como una casualidad: Felicitas había sido herida en su hombro derecho.
La leyenda sorprende a Felicitas paseando por detrás de las rejas de la iglesia todos los 30 de enero. Llora. Algunos le dejan pañuelos atados a los barrotes. Se dice que cuando la iglesia fue restaurada por primera vez, el arquitecto encargado de la tarea descubrió que todos los ángeles de la fachada tenían el ala derecha caída, cosa que nadie vio como una casualidad: Felicitas había sido herida en su hombro derecho.
Arte: Rimel Neffati
En estos versos vive el desasosiego y se intuye el dolor.
ResponderBorrarMe gusta como escribes Raquel,te felicito por tu poesía.
Saludos
Muchas gracias, Joaquín, por tu comentario tan generoso. Un abrazo!
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