LA BESTIA PÚRPURA
"Morir es un arte, como cualquier otra cosa. Yo lo hago excepcionalmente bien".
Sylvia Plath
I
Hace
tiempo me vestí de cenizas.
Es
inútil que intentes
desnudarme
de un solo tajo.
II
Exvotos
de pena enhebrados
con
delicados hilos de saliva
regateada
a los besos,
mis
días:
ofrenda
impura,
altar
desfigurado por las sombras,
doloroso
misal de sangre.
III
Tanto
dolor
se
guareció en mi piel
como
una costra antigua.
Eventualmente
algún
amor suicida
escarnece
mi instinto sometido
con
alfileres de dicha.
Me
abrazo al grito
cuando
cae la noche
y
el pavor me interroga,
y perezco
IV
Adicta
a
las flores de trapo
y a
las lápidas
donde
escribo mi nombre,
me
balanceo en la cornisa de la noche.
No
sé cómo no caigo
en
ese agujero negro
que
vomita mi rostro dibujado
con
luceros de escarcha.
V
Mis
dedos febriles
hurgan
en la grieta que tu amor
abrió
en mis muros a dentelladas.
Ahora
te sangran los labios
y
tu beso me devora
con
una tibieza insólita.
Temo
dañarte
y
hundo mis navajas en tu corazón
en
un rito cruel que me despedaza.
Temo
que no me veas
y
te atravieso los ojos alucinados
con
alfileres de llanto.
VI
Hace
siglos me desposé con las sombras.
Fui
la novia desnuda
debajo
de tules raídos
y
desdichadas rosas de plástico.
No
pude concebir tu nombre.
Me
tragué la impaciencia
de
la primavera.
Y
le abrí las piernas
a
la desesperanza.
VII
Con
el esparto tenaz de mis venas
te
amarré
al
olor de mis lágrimas.
Mis
palabras se adhieren a tu lluvia
cuando
el poema tiembla
y
mi risa
es
un pájaro en fuga.
VIII
Un
ramalazo de silencio
prologa
el
morboso ritual devenido en urgencia:
el
diezmo de mi cuerpo
sobre
tu palma abierta,
mis
jugos en tu boca
y
mi tristeza,
siempre
mi tristeza:
el
hachazo arrogante perturbando
tu
cerebro perfecto.
IX
Hubo
otros
que
escalaron mis muslos
y
clavaron banderitas de colores
en
todos los orificios de mi cuerpo.
Pronunciándose
a favor
del
cese de hostilidades,
pretendieron
extirpar
el llanto
con
sus favores.
Ninguno
recordó mi nombre
cuando
firmó con ausencia
la
abolición de la primavera.
X
Agazapada
en
la clepsidra muda de la infancia,
resuella,
recita
veranos sin mares,
catafalcos
prematuros,
miedos
atávicos.
Se
llama tristeza
la
bestia púrpura que rasgó,
con
un bisturí de plata,
el
delicado himen de mis sueños.
Arte: Michele Lynch
Poema publicado en la Revista "Palabras Diversas" Nº 51
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