A MI ABUELA
TAMPOCO LE GUSTABAN LAS TORMENTAS
Ella tenía
la dolorosa costumbre
de no
sonreír nunca.
Instalada en
su sillón
(un sillón
parecido al que usan
los
directores de películas de Hollywood)
nos
observaba con sus ojos ciegos.
Ella estaba
ahí y nosotros
caminábamos
la siesta en puntas de pie,
adelgazábamos
la voz hasta convertirla
en una
mariposa de alas transparentes,
no abríamos
la heladera sin pedir permiso,
no teníamos
nunca la última palabra.
Ella tenía
el corazón en España
y la cabeza
quién sabe dónde.
Escondía
galletitas Havanna de limón
en el cajón
de los repasadores
y era vieja
desde siempre,
desde que
teníamos memoria
(una vez vi
una foto de ella a los veinte,
tenía un
largo collar de perlas y un vestido tipo charleston,
y una
sonrisa que me perturbó;
parecía una
bailarina,
una bailarina
festiva,
y tuve miedo
de que los años
también me
arrancaran la alegría).
Ella me
decía mocosa de mierda, algunas veces,
pero era a
la única a la que le convidaba
sus
galletitas de limón
y a la que
le contaba historias de barcos
y sueños,
y cosas que
yo no entendía del todo:
¿quién
entiende el desarraigo a los ocho años?
Ella, mi
abuela,
tenía en el
pelo blanco
un olor
diferente a todos los olores
(a veces
huelo el pelo de mamá
y es el
mismo olor,
mami tenés
el mismo olor en el pelo que la abuela,
pero tu
abuela se lavaba la cabeza con jabón Seiseme
y yo me la
lavo con shampoo,
pero no
importa, mami, es el mismo olor,
el mismo).
Tanto correr
para que la sangre no me alcanzara
y, al final,
terminé pareciéndome
un poco a mi abuela.
Yo también
tengo el corazón en otra parte
(en Oz, en Neverland, en Temiscira)
y la cabeza
quién sabe dónde.
A veces me
olvido de sonreír;
a veces me miro en
una foto de cuando tenía veinte
y parezco
una bailarina
y me perturba
no saber
dónde dejé
mis zapatillas de punta.
Nos
parecemos, sí, nos parecemos.
Yo escondo
galletitas Havanna de limón
en el cajón
de los repasadores
y a mi abuela
(la que
tiembla a mi lado cuando un relámpago
me parte el
insomnio en dos)
tampoco le
gustaban las tormentas.
Arte: Fabrice Backes
1º Premio Poesía 26º Certamen de Poesía y Prosa Concurso Casa de la Cultura
Ami Díaz, Jovita, Córdoba (2014)
Poema
publicado en la Revista "Palabras
Diversas" Nº 51
Poema
publicado en El Pregón Literario Nº 142 (15 de enero de 2015),
publicación quincenal del Diario Noticias de Pehuajó a cargo del Círculo
Pehuajense de Escritores y Lectores
Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones
Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones
Raquel que bello poema. A veces el recuerdo viene acompañado de lágrimas y risas, qué cosas ¿no? pero aún así es bonito recordar. Bello poema.
ResponderBorrarPD: Que ni las tormentas ni nada te robe la risa.
Gracias, Albany Ayer buscaba un tema para escribir, porque tenía necesidad de escribir y no sabía qué, y la tormenta me trajo a mi abuela. A mí me angustian mucho las tormentas, un poco porque pienso en los desamparados y otro poco no sé por qué, algo irracional que, seguramente, heredé de ella. A veces me pregunto si el barco en el que vino de España habrá atravesado una tormenta terrible y eso la marcó, no sé, nunca me lo contó. Sí recuerdo que cuando había tormenta no la dejábamios sola; yo me sentaba con ella y hablábamos. Una de esas veces me regaló un abanico pintado a mano que aún conservo. Me estoy poniendo vieja
BorrarNunca supe que era tener una abuela cerca... de pequeña mis abuelos emigraron y mi abuela materna murió cuando mi madre tenía 11 años... Mi tía, cuando había tormenta cerraba todas las puertas y ventanas, le deba la vuelta a los espejos y nos metía en la cama... Yo desarrollé algo muy especial... me daba hambre... era el motivo perfecto... me hartaba de pan con chocolate... y desde entonces siempre me pasa... miro las tormentas y entro en la cama si estoy en casa con pan y chocolate... jajaj. Me ha encantado Raquel
ResponderBorrarMe gustan tus recuerdos! Ojalá te vinieras alguna vez a Buenos Aires! Hablaríamos horas, y horas, y horas!
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