lunes, 29 de septiembre de 2014

MELINA


MELINA

“Mas no pudo el débil llamado de tu vida contra pesadas puertas
aposentos malditos, épocas miserables 
donde la dicha duerme sordamente su legendario olvido…”
Olga Orozco



Ella era la bruja,

la pequeña bruja.

Blanca como un grano de arroz.

Colgando sed en todas las esquinas.

Descolgando soles.



Ella era la bruja,

la pequeña bruja.

Blandiendo una lengua en defensa propia.

Crispando el iris de la buena (triste) gente

con sus libaciones de mariposa sublevada.



Alguien marcó su cuerpo

hasta convertirlo en sombra.

Alguien tatuó en su omóplato de seda

una boca cayendo de rodillas.

Ahora la muerte tiene la forma de ese cuerpo.

Ahora ese omóplato lleva en su entretela

la mueca irrevocable del sicario.

Ahora la pequeña bruja

es tan sólo

un pequeño cadáver.



Pero el pequeño cadáver sigue siendo mujer,

sigue siendo sexual,

sigue siendo estridente.

Aún una bruja rota

se merece la hoguera.



(Han encendido el fuego

los que marcaron su piel con un jadeo

brutal como un insulto,

los que no supieron recoger con gracia

las faldas del verano

y adolecen su otoño,

los que tiritan Padrenuestros rancios

cuando  Dios se termina).




Melina Romero desapareció en la madrugada del 24 de agosto de 2014 cuando salía de bailar del boliche Chankanab, en San Martín. Su cadáver fue hallado casi un mes después en las inmediaciones del Río Reconquista. Por su asesinato y violación, sucedidos en medio de una supuesta fiesta sexual, no hay detenidos.  Melina tenía 17 años.



Del poemario "Interrumpidas" Edición ampliada, Acercándonos Ediciones (2015)



sábado, 27 de septiembre de 2014

AMA DE CASA / EDITH LEYRÍA


AMA DE CASA

Otra vez desperezo la santa rutina en la casa                        
La calle sigue su ritmo voraz
provocando zumbidos en el roce de las miradas

Ropa en jabón                     remojo de lentejas
No me permito la  insurrección de mis sentidos
motivo de revueltas  en la palma de las  manos
con lo que eso  duele.

Con la celeridad de un caracol
me integro al movimiento sísmico de la mañana
ocupación
ama de casa
con lo que me cuesta
Alimentos enlatados en estantes de una cuadra
veneno para ratas y leche aguada
verduras de fábricas          me olvido la sal.
Una agitada sedición tras el mantel
las migas de pan     borra  de café       tacitas de porcelana
rivalizan con el florero vacío
con lo que me cansan.

La soga ahorca las sábanas colgadas
                                   estrujado secreto.
Un almohadón ridículo se amolda al sillón
se mira  en el brillo obsoleto del piso lustrado.

El tema de moda         la publicidad exagerada.
Instigación al delito.
Aroma a pino       lleve dos     mate uno
con lo que me aturden.

El vals con la escoba
pone al descubierto una grieta de sonrisa
me veo en el agua del balde
pelo atado             pantuflas gastadas
de las 365 vueltas alrededor de la mesa
                   ¡ con lo que eso calla!


EDITH LEYRÍA


miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL ÚLTIMO VIAJE


EL ÚLTIMO VIAJE
  
A Rabindranath Tagore



Este es el último adiós del sol.

Hay una mueca de luz que atraviesa

con  alfileres de oro

ingrávidas mariposas de crepúsculo.

Y una muchacha que flota entre las nubes,

el cabello trenzado

con pálidos estertores de occidente.



Este es el último beso de las flautas.

Hay corderos que se alejan

como párpados blancos rendidos de sueño.

Y chimeneas que bosquejan

escándalos de humo

(dicen su nombre en blanco,

en negro,

en hoy,

en siempre).



El poeta abraza

cada mordida de cielo,

cada secreta pulpa que detona

esquirlas de dulzura.

Sabe que llegó el momento de la despedida.

Sabe que los puertos

y los caminos,

y las constelaciones

son lugares para irse.

Pero se detiene

en la leve ondulación de un pájaro.

En el silencio colmado de los árboles.

Se demora en el ruego.



“Señor, que mis palabras sean rosas

del ramo que te halague.

Que mi boca hable luz y sea lámpara

alumbrando tus rasgos.

Que la piedad cubra mi cuerpo con tréboles

y recite mi nombre

como si fuera un poema de amor.”




Arte:  Xu Beihong

2º Premio Certamen de Poesía "Hugo Mandón" 2014, SADE Santa Fe, Santa Fe (2014) 


viernes, 19 de septiembre de 2014

DE MI ESTADÍA EN EL PAÍS DE OZ - DEL MIO SOGGIORNO NEL PAESE DI OZ


DE MI ESTADÍA EN EL PAÍS DE OZ
 
 
 
No sé cuál era el nombre del tornado
 
que me arrastró al País de Oz:
 
¿dolor, desamor, desconsuelo?
 
Sólo sé que estuve sola en el viaje,
 
y que fui yo la niñita que necesitaba volver a casa,
 
la que necesitaba un corazón,
 
y un cerebro,
 
y la valentía para mirarse al espejo
 
aceptando que los años conspiraban
 
debajo de mis ojos antes tan luminosos,
 
y había algunos cabellos blancos
 
mordiéndome las sienes,
 
y un puñado de cuentas sin saldar
 
abiertas en mi piel
 
como llagas umbrías.
 
 
 
 Hice el viaje hasta Ciudad Esmeralda
 
subida a unos zapatos rojos de tacón
 
que me quedaban un poco grandes
 
(Freud, zapatos rojos,
 
pasiones desbocadas,
 
obsesiones…
 
sólo por una vez
 
déjenme pisotear las reglas
 
de un mundo que no entiendo).
 
 
 
Hubo caminos amarillos interminables
 
donde reposar mi otoño
 
y fui todas las Reinas,
 
y todas las Brujas
 
(las malas y las buenas,

las muertas y las vivas).

Gocé entre amapolas,

pero me quedé dormida

y no supe despertar a tiempo

(las mentiras son poderosos narcóticos;

necesitamos creer y creemos

y nos hundimos cada vez más

en un falso paraíso alucinado).



  Ustedes ya saben cómo termina el cuento:

Oz, “el Grande y Terrible”,

era un hombrecito insignificante.

El gran farsante

atiborró mi cabeza con afrecho, alfileres

y un poco de paja,

y me regaló un bonito corazón

de seda roja

relleno de aserrín,

y me dio a beber una pócima falaz

jurando que me haría valiente.

Y me empujó fuera de Ciudad Esmeralda

(una ciudad que, al fin y al cabo, no era verde:

era una ciudad gris,

como todas las ciudades,

sólo que el hombrecito me obligó a usar anteojos coloreados

para que yo viera las cosas

como él creía que debía verlas). 



Todavía me faltaba volver a casa.

Cerré los ojos

y deseé con todas mis fuerzas

dejar atrás ese país artificial, bello y extraño

donde anidaba la mentira

y la crueldad era moneda corriente.





 Pero antes, me descalcé.



Zapatos rojos, nunca más.
 

DEL MIO SOGGIORNO NEL PAESE DI OZ



Non so quale fosse il nome del tornado

che mi trascinò nel Paese di Oz:

dolore, disamore, sconforto?

So soltanto che ero sola nel viaggio,

e che ero io la bambina che aveva bisogno di tornare a casa,

quella che necessitava di un cuore,

e di un cervello,

e del coraggio per guardarsi allo specchio

accettando che gli anni cospirassero

sotto i miei occhi prima così luminosi,

e c’erano alcuni capelli bianchi

che mi mordevano le tempie,

e un pugno di conti non pagati

sulla mia pelle,

come piaghe oscure.



Feci il viaggio fino a Ciudad Esmeralda

arrampicata su un paio di scarpe rosse col tacco

che mi stavano un po’ grandi

(Freud, scarpe rosse,

passioni sfrenate,

ossessioni…

soltanto una alla volta

lasciatemi calpestare le regole

di un mondo che non capisco).



Ci furono sentieri gialli infiniti

per riposare il mio autunno

e sono stata tutte le Regine,

e tutte le Streghe

(quelle cattive e quelle buone,

quelle morte e quelle vive).

Godetti tra i papaveri,

ma mi addormentai

e non seppi risvegliarmi in tempo

(le bugie sono dei potenti narcotici;

abbiamo bisogno di credere e crediamo

e continuiamo a sprofondare sempre più

in un falso paradiso allucinato).



Voi già sapete come finisce la storia:

Oz, “il Grande e Terribile”,

era un ometto insignificante.

Il grande farsante

mi riempì la testa con della segatura, spilli e un po’ di paglia,

e mi regalò un bel cuore

di seta rossa,

imbottito di trucioli,

e mi diede da bere una pozione fallace

giurando che mi avrebbe fatto diventare coraggiosa.

E mi spinse fuori da Ciudad Esmeralda

(una città che, in fin dei conti, non era verde:

era una città grigia,

come tutte le città,

soltanto che l’ometto mi obbligò a usare degli occhiali colorati

affinché io vedessi le cose

come lui credeva che dovessi vederle).



Tuttavia mi mancava la mia casa.

Chiusi gli occhi

e desiderai con tutte le mie forze

di lasciarmi indietro quel paese artificiale, bello e strano

dove annidava la menzogna

e la crudeltà era moneta corrente.



Ma prima, mi tolsi le scarpe.



Scarpette rosse, mai più.




Traducción: Milton Fernández




Arte:  Keira Knightley como Dorothy en "The Wizard of Oz", Annie Leibovitz

Del poemario "Once Upon A Time", Rayuela Edizioni  (2014)

1º Premio Poesía “Concurso internacional Rayuela Edizioni, Festival della Letteratura di Milano”, Rayuela Edizioni, Milán, Italia (2014) 


miércoles, 17 de septiembre de 2014

MANDALA - MANDALA



MANDALA



I

La desnudez del aire

y los cuerpos

como estrellas binarias.

Imposible prolongarse en el otro:

nos circundamos,

nos acordonamos,

pero estamos solos

(el sudor es  frontera).



II

Un volcán

se estaciona en mi pulso.

Oigo

como nace una rosa.

Soy una extraña criatura doméstica.

La que no cesa de arder

y promete

su poema como huella.



III

Hubo un andamio

entre soles

(el saludo del fuego

a todos los hijos vagabundos,

la mordedura del verano

sacudiendo las redes).

Las abejas volvieron

(espolvoreadas de viento).

Se calzaron

el zapato de cristal del mediodía.

Te toqué

(desde entonces la pólvora).



IV

Ángeles

pulsando

en las aristas de la sangre.

Pupilas que se rompen.

Grietas tibias

en la arcilla de los párpados.

Un cuerpo

que se deshace en la noche.

El traje del hombre amado

recostado en la lluvia.

La barca sosegada me transita.

Me desperté

con todo el mar en las venas.



V

Orbita

el cuerpo celeste.

Entonces la carne se circula.

Es un nudo de luz.

Hombre y mujer rodando.

Intemperie

donde caen los sentidos

mientras la luz apura

su vaso de constelaciones.




MANDALA



I

La nudità dell’aria 

e i corpi come stelle binarie. 

Impossibile prolungarsi nell’altro: 

ci circondiamo, 

ci allacciamo, 

ma siamo soli 

(il sudore è una frontiera).



II

Un vulcano 

sosta nel mio polso.  

Ascolto 

il nascere di una rosa. 

Sono una strana creatura domestica. 

Colei che non cessa di bruciare 

e promette 

la sua poesia come un’orma. 



III

Ci fu un’impalcatura 

tra i soli 

(il saluto del fuoco 

a tutti i figli vagabondi,


il morso dell’estate 

che scuote le reti). 

Tornarono le api 

(spolverate di vento). 

S’infilarono 

la scarpa di cristallo del mezzogiorno. 

Ti toccai 

(da allora la polvere da sparo).  



IV

Angeli 

pulsando 

nelle appendici del sangue. 

Pupille che si rompono. 

Crepe tiepide 

nell’argilla delle palpebre. 

Un corpo che si disfa nella notte. 

L’abito dell’uomo amato 

coricato nella pioggia. 

La barca rasserenata che mi transita. 

Mi svegliai 

con tutto il mare nelle vene.



V

Orbita 

il corpo celeste. 

Allora la carne si circonda. 

È un nodo di luce.

Uomo e donna che rotolano.  

Intemperie 

dove crollano i sensi 

mentre la luce affretta 

il suo bicchiere di costellazioni.




Traducción: Milton Fernández


Arte: Ingrid Tusell

Del poemario "Once Upon A Time", Rayuela Edizioni  (2014)

1º Premio Poesía “Concurso internacional Rayuela Edizioni, Festival della Letteratura di Milano”, Rayuela Edizioni, Milán, Italia (2014)