lunes, 10 de febrero de 2014

ANA


ANA

A Ana Frank



I 

El sol acopia el paisaje 

en el corazón rebosante de lilas. 

Con pétalos le lava los ojos 

a la memoria cautiva. 

Así es como la toca la primavera. 

Como un ángel hecho de señales. 

Magia viva de hilos transparentes. 




II

El virus del encierro se instala

en el cuchillo de niebla 

que desflora  un  pan con cicatrices. 

Pero ella se parte y se comparte 

a mitad del poema. 

Toca el cielo, tan lejano y tan próximo. 

Es el intento humano de cantar 

lo que queda de las amapolas vivas. 




III

La adolescencia y sus huesos de pájaro. 

La médula de miel dialogando 

con el jardín imaginado. 

Más allá, la columna vertebral del odio 

erguida en el lento acabarse 

de las constelaciones. 

Mordidas de lobo acechando 

el ruedo sencillo  del primer beso dado. 




IV 

La enfermedad caliente del cerrojo. 

Las rejas. La quemadura incurable. 

La Muerte exorcizada con un lápiz. 

La Muerte incendiada 

en la hoguera de la luna. 

Una soga de palomas sosteniendo 

la emoción de la cintura que despunta.



V 

Ana innumerable. Ana de luz infinita, 

Ana muriéndose de todos los inviernos. 

De todas las gargantas cegadas de nieve. 

De todas las fiebres. 

Las manos del odio encajando frío

en una mortaja de zozobras. 

El adiós escrito en un pañuelo de sal 

que se bate a duelo con el viento.




VI 

Una lenta pulsión de terciopelo 

poniéndole su voz a la esperanza. 

Ella apagando las luces en los cuartos 

de la sed y del hambre. 

Ella reinventando un océano 

de ruiseñores germinados. 

Sembrando un  retal de mariposas 

en las gargantas de los sobrevivientes.




2º Premio Poesía II Concurso Internacional de Poesía y Cuento de la revista “El Parnaso del Nuevo Mundo”, Perú (2013)




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