BAUTISMO
A Carolina
El cielo se hacía a sí mismo.
Y ella también se hacía a sí misma.
Como un relámpago.
Crecía
dejándose la inocencia
en los cinco sentidos,
lengua en semipenumbra
tanteando pétalos confusos,
lengua rendida al caos de la palabra
palpando el umbral de la boca.
Labios como orillas de una herida
que se abre y se cierra.
El amor prolijo no salpicaba.
Y ella lo quería todo.
Gozaba con dolor el hambre.
El miedo.
El amor prolijo le daba un poco de lástima.
Era santo y seña de los mandatos cumplidos.
Ella crecía
costeando sus minutos con lágrimas.
A veces se sentaba
al costado del camino
y veía ala Muerte
retocándose el maquillaje.
Cuando estaba casi concluida,
casi mujer ocupadísima para siempre,
casi ahogada quejándose del agua,
casi paisaje lavable,
alguien soltó a los monstruos.
Ella aprendió a rugir
cuando no pudo darles la espalda.
Entonces se bautizó poeta.
Y ella también se hacía a sí misma.
Como un relámpago.
Crecía
dejándose la inocencia
en los cinco sentidos,
lengua en semipenumbra
tanteando pétalos confusos,
lengua rendida al caos de la palabra
palpando el umbral de la boca.
Labios como orillas de una herida
que se abre y se cierra.
El amor prolijo no salpicaba.
Y ella lo quería todo.
Gozaba con dolor el hambre.
El miedo.
El amor prolijo le daba un poco de lástima.
Era santo y seña de los mandatos cumplidos.
Ella crecía
costeando sus minutos con lágrimas.
A veces se sentaba
al costado del camino
y veía a
Cuando estaba casi concluida,
casi mujer ocupadísima para siempre,
casi ahogada quejándose del agua,
casi paisaje lavable,
alguien soltó a los monstruos.
Ella aprendió a rugir
cuando no pudo darles la espalda.
Entonces se bautizó poeta.
Arte: Marta Orlowska
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