La muerte no da
puntada sin hilo.
La muerte cose y descose
fragmentos íntimos.
La mujer que fluye
barre la memoria
debajo de la alfombra.
Ella vaga,
por los márgenes de la herida,
una botella rota
donde el mar se suprime.
Pero no duele.
Las acuarelas se lavan,
no importa lo mucho
que protesten las piernas.
La muerte descose,
descose,
descose.
Arruga la boca
cuando da el zarpazo.
La mujer que fluye
tiene la cara
apretada contra el asfalto.
La muerte viste de azul
y le descose la culpa.
Para que no sepa.
Una hemorragia
de sombras
se instala
en la carne abierta.
La muerte cose y descose
fracciones íntimas.
El hilo se corta
por lo más fino.
El golpe es rudo.
La sangre, tan pequeña.
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