EL DON
"Debes reconocer cuando
has terminado, y en ese momento, sueltas tu lápiz o tu pincel. Todo lo demás es
la vida." - Stephen King, "Duma Key"
Iba a ser más fácil que esto.
Iba a ser más fácil que un cuchillo
hincado en el cerebro
y un grito en el sofá,
y una tribu de hormigas carniceras
desayunándome en la hierba.
Iba a ser un misterio gozoso:
el Ángel de la
Anunciación bailando
en puntas de pie
con las hijas de Degas,
y la Virgen
sonriendo
desde un pecho desnudo.
Iba a ser la palabra anestesiando
el furor del animal herido
que pulsa en la sangre como un tambor siniestro.
Ninguna bestia iba a transitarme.
Magia blanca y cuatro o cinco compases
para dormir sin soñar con la tormenta.
Nada más.
Iba a ser más cómodo que maldecir
y bajar los pulgares.
Los pájaros muertos siempre estarían bien
muertos
colando sombras por sus ojos detenidos
en la hora de la escarcha.
Ninguno se atrincheraría
en el hueco de mi garganta
hasta ahogarme con sus plumas.
("Kamen's Kalamity"
iba a ser sólo un chiste estúpido,
algo tan improbable
como caerse de cabeza en
la línea del horizonte).
Soltar el lápiz o el pincel, querido,
no resulta tan fácil como parece.
A veces
los cuervos te adoptan y el Demonio
da puntadas de baba
sobre tus párpados insomnes.
A veces es el lápiz
el que no nos suelta.
A veces es el pincel
el que sigue trazando el miedo
como si estuviera vivo.
Arte: "Duma Key", Jessica Tarryn
Del poemario "La
antigua enfermedad del otoño", Ediciones de la Iguana, 2011
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