LUGARES COMUNES
Quisiera escribir un poema de amor.
Un poemita dulzón
o decididamente empalagoso.
Sencillito.
Basta con recordar que los zapatitos me aprietan,
que el corazón masculino tiene agujeros
donde la dama festejada cae blandamente
como una rosa rotundamente rosada.
Que hay señoritas a las que hay que cuidarles el alma
como si el alma fuera un canario
o un perrito faldero.
Basta con escuchar cinco o seis veces
los CDs que me grababa aquel chico
-tan azucaradamente escurridizo-
y saber que estoy hecha a la medida de alguien.
A la medida de un idiota, seguro.
Pero no importa.
Soy la mitad que falta en algún lado.
Quisiera escribir un poema de amor.
Un poemita de amor indigerible
como una lata entera de dulce de membrillo.
Facilísimo.
Basta con echar mano a un par de ojos celestes
como el cielo celeste,
al rubí de una boca apasionada,
a una melena de oro incandescente.
A un señor que dejó el corazón en cada paso
-cómo llegó hasta acá, no me pregunten-
y edificó castillos en mi piel de durazno.
(Ninguno pudo más que una casita prefabricada.
Pero supongamos que fueron castillos.)
Basta con convencerme de que soy
el tipo de mujer que tiene eso
y recordar a ese hombre,
rebeldemente descolocado a los cuarenta.
Ése nunca lloraba,
pero al menos tenía mejor gusto en cuestiones musicales.
Quisiera escribir un poema de amor.
Sencillito.
Basta con recordar que el kamikaze que duerme conmigo
me levantó en sus brazos una noche de lluvia
para que no me mojara los zapatos
y me escribió en un papelito que aún conservo
un “Qué bonita que estás” como si fuera una novela de Kundera.
La creatividad nunca fue lo suyo, pobrecito.
Basta con hacer, además, un inventario
de los ilusos dispuestos a dejarlo todo
para que yo me quedara en algún lado.
Chantaje inútil porque no me quedé.
Como ya habrán notado.
Basta con indagar en algunos asuntos misteriosos:
¿Qué es eso del beso mariposa?
¿Qué gracia tiene amanecer en los labios
de una dama que todavía no se lavó los dientes?
¿Realmente hay gente que pierde el tiempo
recordando qué color son los cerezos?
¿Por qué no estrangulan de una vez por todas
al mentor de las infames melodías de ternura?
Quisiera escribir un poema de amor.
Con la labia que tengo no me costaría nada.
Pero dónde pongo el dolor.
Dónde.
Quisiera escribir un poema de amor.
Un poemita dulzón
o decididamente empalagoso.
Sencillito.
Basta con recordar que los zapatitos me aprietan,
que el corazón masculino tiene agujeros
donde la dama festejada cae blandamente
como una rosa rotundamente rosada.
Que hay señoritas a las que hay que cuidarles el alma
como si el alma fuera un canario
o un perrito faldero.
Basta con escuchar cinco o seis veces
los CDs que me grababa aquel chico
-tan azucaradamente escurridizo-
y saber que estoy hecha a la medida de alguien.
A la medida de un idiota, seguro.
Pero no importa.
Soy la mitad que falta en algún lado.
Quisiera escribir un poema de amor.
Un poemita de amor indigerible
como una lata entera de dulce de membrillo.
Facilísimo.
Basta con echar mano a un par de ojos celestes
como el cielo celeste,
al rubí de una boca apasionada,
a una melena de oro incandescente.
A un señor que dejó el corazón en cada paso
-cómo llegó hasta acá, no me pregunten-
y edificó castillos en mi piel de durazno.
(Ninguno pudo más que una casita prefabricada.
Pero supongamos que fueron castillos.)
Basta con convencerme de que soy
el tipo de mujer que tiene eso
y recordar a ese hombre,
rebeldemente descolocado a los cuarenta.
Ése nunca lloraba,
pero al menos tenía mejor gusto en cuestiones musicales.
Quisiera escribir un poema de amor.
Sencillito.
Basta con recordar que el kamikaze que duerme conmigo
me levantó en sus brazos una noche de lluvia
para que no me mojara los zapatos
y me escribió en un papelito que aún conservo
un “Qué bonita que estás” como si fuera una novela de Kundera.
La creatividad nunca fue lo suyo, pobrecito.
Basta con hacer, además, un inventario
de los ilusos dispuestos a dejarlo todo
para que yo me quedara en algún lado.
Chantaje inútil porque no me quedé.
Como ya habrán notado.
Basta con indagar en algunos asuntos misteriosos:
¿Qué es eso del beso mariposa?
¿Qué gracia tiene amanecer en los labios
de una dama que todavía no se lavó los dientes?
¿Realmente hay gente que pierde el tiempo
recordando qué color son los cerezos?
¿Por qué no estrangulan de una vez por todas
al mentor de las infames melodías de ternura?
Quisiera escribir un poema de amor.
Con la labia que tengo no me costaría nada.
Pero dónde pongo el dolor.
Dónde.
Arte: Anne Smerdon
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