AMOR
Hombre y mujer,
pedregales de cielo,
alzan la sed,
alzan la permanencia del
vino.
Se adosan
en la curvada fluctuación de la ofrenda,
en el ancho relámpago del
sexo.
La piel innumerable
encuadra
el sudor del crepúsculo.
La lluvia se rompe,
hacedora de cántaros.
Empapa la greda de los besos
toda la noche.
Los caminos se astillan en
jadeos
de libertad silvestre.
Las mariposas pulsan
en las cuatro cornisas de la
sangre.
Por una vez sabe Dios
donde puso el milagro.
Hombre y mujer se desposan
con el dorado anillo del
otoño.
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