COLAPSO
Dicen que antes de ser
lo que soy ahora
yo era una rubia sexy.
Tenía largas piernas,
y ojos impecablemente maquillados,
y me depilaba los amores
con una pinza de desdén
cuando empezaban a crecer demasiado.
Dicen que antes de ser
lo que soy ahora
yo era una maestra.
Dicen que antes de ser
lo que soy ahora
yo era una rubia sexy.
Tenía largas piernas,
y ojos impecablemente maquillados,
y me depilaba los amores
con una pinza de desdén
cuando empezaban a crecer demasiado.
Dicen que antes de ser
lo que soy ahora
yo era una maestra.
Tenía un guardapolvo a cuadros,
y un franelógrafo,
y me la pasaba sacándole lustre
al caparazón de Manuelita
(esa estúpida tortuga que se fue a París
a embellecerse,
cuando Buenos Aires es el paraíso
de las cirugías estéticas,
y encima fue a embellecerse
para un macho).
Dicen que antes de ser
lo que soy ahora
yo era una gordita feliz.
Tenía un bebé al que sacaba de paseo
cada tarde a las tres,
y una ventana con cortinitas
de encaje,
y comía bombones
sin que se me ocurriera nunca
correr al baño para vomitarlos.
No sé.
Yo no me acuerdo de nada.
Lo único que recuerdo
es el poema que colgaba como un trapo
de la comisura ajada de mi boca;
ése que los vampiros vestidos de blanco
me arrancaron de un manotazo.