martes, 3 de marzo de 2009

CREEPSHOW


CREEPSHOW



Llevo treinta años mirando películas de terror.

En las películas de terror

jamás sepultan a los muertos,

siempre quedan desparramados en las carreteras,

o en los bosques,

o dondequiera que sea que los haya alcanzado la Parca.

En la vida real,

a los muertos hay que sepultarlos.

Hace rato que estás muerto,

pero, por un motivo u otro, retrasé el funeral.

Primero,

porque te amaba

y el alma duele cuando tenemos que enterrar

a un ser que amamos.

Después,

porque el enojo y la rabia

me tenían enlazada a tu sudario.

Más tarde,

porque supuse que nos debíamos

algo tan simple como un café y una verdad.

El café llegó, pero la verdad

acudió a la cita disfrazada.

Ninguno de los dos se animó,

siquiera,

a levantarle un poco la pollera.

Y otra vez te amé,

y no pude sepultarte.

Y otra vez te odié,

y amanecí muchas veces

con los ojos hinchados

y los pies enredados en tu mortaja.



Ahora que ya no te amo

y tampoco te odio,

ahora que sos, sí, definitivamente un extraño,

un tipo al que no me daría vuelta a mirar

si me lo cruzara en la calle,

un tipo con el que jamás aceptaría tomar un café,

ni jugar una partida de ajedrez,

me doy cuenta de que no hace falta enterrarte.

Ya no sos un muerto mío.



Que te entierre otra.



Que te entierre alguien que, de verdad,

te haya conocido.







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