Piedra libre
para un corazón
que no supo esconderse.
Él fue profeta en su tierra
de amapolas que estallaban
con un fulgor de fuegos de artificio.
Él infectó con coágulos urgentes
la desasida hora del desierto.
Jamás tuvo noticias de tu boca
pero siguió besándote.
Cuando asciende la marea hasta mis ojos
y la fiebre abisma mis sentidos
mi amoroso corazón sopesa
la idea del suicidio.
Pero la muerte no alcanza
para paliar las hemorragias de la
ausencia.
Mi corazón no quiere esconderse.
Quiere herirte los ojos con su visión de
estrellas.
Quiere ser una piedra en el camino
de los hombres que olvidan.
Arte: Patricia Cruzat Rojas
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