DECÍA PARA
SIEMPRE
Decía para siempre.
y señalaba el lado bueno de la vida:
el cráneo del sol
acuclillado en los bancos de la plaza,
la realidad del alba,
el paisaje singular de tus axilas.
Decía para siempre
y tendía una mesa imaginaria:
aquí, la porcelana del viento;
allá, las piernas,
hartadas de verano.
Intoxicados el uno con el otro
decíamos para siempre.
Decía para siempre
y me dijiste nunca.
A duras penas pude
acomodar el cuerpo a la ausencia.
Decía para siempre
y mordía
el frío espejo de mis lágrimas.
Hoy no digo.
En el aire revuela
una jaula vacía
(entonces yo era un pájaro mendigo).
En los cajones respira,
quedamente,
el encaje de mis ancas
(entonces yo amaba,
entonces…)
Quizás ya no existo.
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