SUPERSTICIONES
Hoy
fui a que me tiraran las cartas.
Sí,
ya sé,
soy
supersticiosa, siempre lo fui.
Jamás
paso por debajo de una escalera
y
cuando la sal se derrama
recojo
un puñado para arrojarlo sobre mi hombro
y
espantar a los demonios que me persiguen
desde
siempre
(pero
parece que el truquito es vano
porque
los demonios no se dan por vencidos
e
insisten en acosarme;
algunos
tienen tu cara,
pero
la mayoría tienen la mía).
Hoy
fui a que me tiraran las cartas.
Esperaba
que me dijeran que me amás,
que
todavía me amás
y
no que tengo el alma rota,
porque
eso yo ya lo sabía
antes
del Tarot y antes de la última lluvia
que
me empapó la boca este invierno,
antes
de que vos pusieras un pie en mi vida.
El
alma rota.
Me
preocupé demasiado
por
conservar intactos todos los espejos
(un
espejo roto es desgracia segura)
y
dejé que mi alma se quebrara
como
el más frágil de los cristales.
Lo
lógico sería
-siguiendo
mi supersticiosa lógica-
recoger
los pedazos
y
arrojarlos al agua
en
una noche de luna
(una
mujer desalmada sería mucho más taquillera
que
una mujer con el alma rota;
sería
casi Bette Davis
en
una vieja película en blanco y negro).
Pero
no puedo hacerlo,
porque
hay pedazos de mi alma que se quedaron con vos,
y
hace rato que mis noches no tienen luna,
y
el agua,
o
me da pánico o me da arcadas.
Me
preocupé demasiado
por
tocar madera
y
acumular tréboles de cuatro hojas
y
patitas de conejo
(convenciéndome
a mí misma de que los conejos
se
habían muerto de muerte natural
y
nadie les había cortado la garganta
y
los había dejado desangrarse).
Y
me rompí,
dejé
que me rompieran.
(Señora
Tarotista,
por
favor,
dígame
algo que no sepa).
Hoy
fui a que me tiraran las cartas.
Esperaba
que me dijeran que me amás,
que
todavía me amás.
Que
lo nuestro aún podía ser.
Pero,
entre tantos hombres morenos
que
me dan la espalda
y
tantas torres derrumbándose,
faltabas
vos.
(¿Cómo
se me ocurrió pensar
que
algo podía salir bien
en
un mundo donde hay un tipo
que
se llama Mark Chapman?).
Arte: José Royo
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