MYRIAM
A
Myriam Stefford
La
mujer abre sus alas
y
asciende
como
una voluta de humo.
Su
piel se deshace en espirales impalpables,
se
fragmenta
en
una catarata de mariposas que irritan
el
ojo atento de los astros.
El
cielo se disuelve
en
la cuchilla recóndita de su lengua.
Las
nubes caen,
verticales,
en
la ferocidad inmemorial de su nuca.
La mujer trasciende la prudencia,
acaricia
con la punta de sus pezones erguidos
el
vuelo de las águilas,
las
vísceras atentas,
repudiando
gravedades y fronteras,
el
sudor embriagado
en
la epifanía celeste
de
la perfecta acrobacia
Descenderá
con la violencia del rocío
que
devora los campos,
la
dulce médula del hueso mancillada,
la
sangre exhausta
replegándose
en el filo de las alas,
la
boca detenida
en
un aullido póstumo.
Rosa Martha Rossi Hoffmanm nació en Suiza en 1905. Adoptó el seudónimo de Myriam Stefford cuando inició su carrera de actriz. En 1928, a los 23 años conoció en Venecia al escritor y millonario argentino Raúl Barón Biza, con quien se casó en la Basílica de San Marcos, el 28 de agosto de 1930. Abandonó su carrera de actriz para radicarse en Argentina y abrazó, junto a su esposo, una nueva pasión: la aviación. El 26 de agosto de 1931, Myriam tuvo un accidente que le costó la vida. Raúl Barón Biza le encargó al ingeniero Fausto Newton la construcción de un gigantesco mausoleo que fue inaugurado en el Paraje Los Cerrillos, entre las localidades de Alta Gracia y Córdoba, en 1935. A seis metros de profundidad está la tumba donde quedaron los restos de la aviadora, y se dice que, allí también, están sepultadas todas las joyas de Myriam, hasta el famoso diamante Cruz del Sur, de 45 quilates. En la lápida se lee el epitafio “Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que, en su audacia, quiso llegar hasta las águilas”.
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