domingo, 18 de octubre de 2020

CEFERINO


  

CEFERINO


Se llamaba Ceferino

y era el hermanito de la Patri.

El hermanito muerto de la Patri.

Se había enfermado de meningitis

y se había muerto,

poniendo patas arriba

un mundo en el que los chicos estábamos a salvo,

teníamos un angelito de la guarda que nos cuidaba,

una estrellita en el cielo que velaba nuestros sueños,

y bla, bla, bla.

 

En mi cabecita entre católica y pagana,

en ese sincretismo absurdo

en el que cohabitaban lo que me habían enseñado

(el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo)

y lo que intuía cada tarde de verano

en el trote lascivo de las abejas

cortejando a las margaritas,

yo estaba segura de que el chico se había muerto

porque se llamaba Ceferino.

¿A quién se le ocurre ponerle a un bebé

el nombre de un santito que se murió tan joven?

Porque Dios lo llamó a su lado,

porque Dios lo eligió,

porque Dios lo necesitaba,

porque Dios, porque Dios.

 

Entrar a la casa de la Patri

era como entrar a un mausoleo.

No porque hubiera fotos

o algún recuerdo de Ceferino

(que los había, seguro).

Porque el silencio era tan espeso

que se volvía imposible de romper.

No importaba cuánto gritaras,

no importaba lo fuerte te rieras.

El silencio era una bola de pelos indestructible

que crecía y crecía

a medida que el animal del dolor

se lamía las llagas.

 

Algunas veces me quedaba a comer de la Patri.

Su mamá nos servía la comida

y se sentaba a masticar mecánicamente la suya

frente a un sifón donde apoyaba, abierta,

la revista "TV Guía".

Leía mientras comía y jamás nos miraba.

Jamás levantaba los ojos de la revista.

Leía detalladamente los chismes de la farándula

y la programación de cada canal de TV.

"Para no perderse nada", pensaba yo, tan ingenua.

"Para no ver el lugar vacío de Ceferino en la mesa", comprendo ahora,

cuando decanté por las abejas y las margaritas

y quisiera llevarle algunas

si supiese

dónde queda la infancia.


Arte: "Karen's Daisies", Kirsten Neil

sábado, 17 de octubre de 2020

AL PAN NUESTRO / ASTURIANAS

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🖐Hola! ¿Estas ahí? Prestá mucha atención porque lo que sigue te va a encantar! Hoy tenemos el gran honor de abrirle las puertas de nuestra cocina a la poesía que viene de la mano de Raquel Graciela Fernández . Escucharla es un deleite único de sabores inigualables, de aromas bien terrenales , de vida en grandes porciones ,de verbos untados con mucha pasión y amor . Prestá atención a su palabra repleta de mágica y profunda intensidad digna de ser desparramada por toda la casa . Te invitamos a pasar para que la escuches Sentate con nosotros y disfrutá! 👇👇 Raquel nació en Avellaneda. Recibió más de cien premios nacionales por su actividad poética, otorgados por prestigiosas instituciones. A estos logros se le suman otros obtenidos en España, EEUU, Italia, Chile y Perú. Es autora de los poemarios: “Ojos que miran el cielo”, “Revelaciones”, “Todos los hombres que me amaron”, “Hermano”, “La antigua enfermedad del otoño”, "Cierta condición nocturna", "Como nosotros" (cuadernillo), “Once upon a time” (bilingüe castellano/italiano), "Interrumpidas", "Pretty in Pink" , "Goodbye, Norma Jeane" , "Un rayo a tiempo" y “Enaguas de encaje rotas “ En 2015 fue nombrada "Personalidad Destacada de la Ciudad de Avellaneda" por el Honorable Concejo Deliberante de dicho municipio. @raquelgracielafernandez

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SÁBADO 3 AM

 


SÁBADO 3 AM

 

Son las  3 AM

y estoy despierta.

Suelo despertarme a esta hora,

a pesar de que la medicación garantiza

una noche de sueño sin agujeros.

Dicen que a las 3 AM

empieza el tiempo muerto,

el que desdibuja las fronteras

entre un mundo y otro,

y los espíritus van y vienen,

susurrando en nuestros oídos

sus verdades incómodas.

O que es la hora del Diablo,

porque Jesús murió en la cruz a las 3 PM

y el maligno se burla de sus símbolos

en modo parodia,

compitiendo con él como si fuera

un hermano menor que necesita

que el padre lo mire, lo vea.

No lo sé.

Sólo sé que a las 3 AM

todo lo que me rodea

me parece lejano e irreal.

 

Deambulando por la casa,

con los párpados pesados y la lengua pastosa,

me urge nombrar a todas las cosas

para volverlas ciertas.

Entonces digo mesa, silla, taza.

Boca, dedos, corazón.

Entonces digo perro.

Y el aludido levanta la cabeza y me mira.

Se reconoce en la palabra 

que modulo con torpeza.

Sus ojos me alivian.

 

Mesa, silla, taza.

Boca, dedos, corazón.

Perro.

Nadie se quedó con lo mío.

Nadie las privó de su nombre.

Nada explotó

como una burbuja de jabón

o un misil

mientras no estuve alerta.

En un rato volveré a la cama,

algo más tranquila, pero sabiéndolo.

 

Sabiendo que por la mañana,

el sol tachará de su inventario

lo que ha muerto.

Lo que perdí o se volvió irreal

porque no supe cómo nombrarlo.


viernes, 16 de octubre de 2020

ANA

ANA

 

Era linda.

Como tantas otras chicas del barrio que eran lindas

y fosforecían en las veredas

con su luz apretada y reventona

como la de los claveles que las viudas

llevaban al cementerio, lloviera o tronara,

cada domingo.

 

Era linda.

No recuerdo el color de sus ojos

pero sí sus piernas eternas,

sus rodillas elegantes,

cada uno de los diez dedos que descubría

cuando se calzaba las sandalias con plataforma,

esas que yo añoraba

desde la candidez de mis seis años

y la intuición, nada fallida,

de que la altura no iba a ser uno de mis fuertes.

 

Era linda.

Como tantas otras chicas del barrio que eran lindas

y soñaban con su humilde porción de felicidad:

casarse o ser maestras.

Pero ella soñaba otra cosa:

quería ser Miss Argentina.

No se conformaba con ser la reina del club de la otra cuadra.

No se conformaba con ser una beldad anónima.

No se conformaba con ninguna otra corona

que no fuera la de Miss Argentina.

Sin embargo,

se presentaba en todos los concursos de belleza que aparecían.

Y se preparaba para ganar:

ayuno y purgas,

ayuno y purgas,

golpes al estómago,

patadas a los intestinos,

odio a cualquier redondez femenina

que no encajara en un parámetro perverso,

maltrato sistemático a un cuerpo

al que no le alcanzaba ser cuerpo

para ser perfecto.

 

Ana nunca llegó a ser Miss Argentina.

Ni siquiera llegó a competir en el mentado concurso.

Pasó frente al ojo avizor de Jean Cartier

sin pena ni gloria.

Pretendientes no le habrán faltado

pero ella prefirió acostarse

con la ilusión de la corona que la obsesionaba,

del ramo de flores,

de la estúpida banda que la distinguiría

como la más linda de todas.

 

Cuando los años la obligaron

a renunciar a sus aspiraciones de Miss

ya se había acostumbrado a no comer.

 

El día que se la llevaron para internarla

fue la última vez que se la vio en el barrio.

 


 

 

Arte: "Desires",  Sarah Ann Ashbaugh

jueves, 15 de octubre de 2020

PEACH BLOSSOM


 
PEACH BLOSSOM

 

Ahí está,

en un rincón,

hecha una bolita de silencio y miedo,

mientras mi cinco gatas la miran con curiosidad

y cierta desconfianza.

No es una cachorrita:

tiene alrededor de seis meses

No reconoce esta casa como propia.

No me reconoce como dueña,

aunque se deja tocar

y es bastante dócil.

 

Peach Blossom.

Otro nombre rebuscado para una gata

a la que terminaré llamando Pichi, Pipi o Pi.

No vino de la calle:

Peach tenía dueña.

Una nena de no sé cuántos años

que hoy la buscará por todos los rincones

y no la encontrará,

porque su madre decidió que el juguete

había crecido demasiado

y que una Barbie requiere

muchísimos menos cuidados que un gato.

Y que, salvo que sea la prima de Chucky,

no se va a poner a arañar los sillones

a las tres de la mañana.

 

¿Qué le dirán a esa nena?

¿Que la gatita se escapó?

¿Qué alguien la vio en la calle

y no tuvo mejor idea que llevársela?

¿Cuántas lágrimas derramará por Peach?

¿Cuándo la olvidará?

¿La olvidará alguna vez?

 

Sí, hay muchos animales en la calle

que nacieron en la calle.

Pero hay otros que no,

hay otros que fueron concebidos

por adultos mezquinos

como entretenimiento para sus hijos.

Y, cuando crecieron demasiado,

les abrieron la puerta y arrivederci.

 

Un gato criado en una casa

y empujado a la calle arbitrariamente

vive alrededor de cinco meses.

Nada más.

No aprendió las habilidades necesarias

para defenderse en un medio hostil.

Peach tuvo suerte:

la vi acurrucada en una vereda,

la alcé, la acaricié,

y, al rato, una mujer rubia

que me crucé en el supermercado

me dijo, sin atisbo de culpa:

“Te vi alzar a la gatita. ¿La querés?

Si la querés te le llevo mañana a tu casa.

Temprano, para que la nena no se entere”.

Y acá está,

temprano, antes de que la nena se despierte.

Antes de que la nena llore.

Antes de que la nena sepa que su gatita

era un juguete que se estaba volviendo incómodo.

 

Me pregunto, mientras la miro,

asustada, recelosa,

quizás triste,

cómo podemos aspirar a un mundo mejor

si le enseñamos a nuestros hijos

que el amor es descartable.


SOBRE "POEMAS CORTOS - CUENTOS" / AMADEO GRAVINO

 

SOBRE "POEMAS CORTOS - CUENTOS", de Raquel Graciela Fernández:

Se ha dicho reiteradamente que, en las peores épocas de barbarie, donde las sangrientas persecuciones manifiestas entre los hombres eran moneda corriente, los "Maestros", es decir los depositarios de los conocimientos eternos para el pleno desarrollo de las más altas facultades de los individuos y siempre confiados en las futuras y luminosas intuiciones de los mejores elementos de los tiempos que vendrían, ocultaron en los Cuentos Maravillosos o Cuentos de Hadas aquellos luminosos "mensajes" de sabiduría de los que eran depositarios y fieles difusores. Ya casi nos resulta surperfluo e innecesario citar a Freud, a Jung, a Guenón y a tantas otras figuras de las más destacadas de nuestra cultura de estos tiempos, para demostrar lo cierto de esa afirmación. Ahora, todos sabemos que lo que aquí anotamos es así, ya es un tema aceptado.
En estos "Poemas Cortos - Cuentos" la talentosa y destacada poeta Raquel Graciela Fernández, una de las más altas voces de la poesía de hoy, una de las más inquietantes figuras de nuestro panorama lírico, viene a proponernos su personal interpretación de aquellos cuentos maravillosos a partir de las propias experiencias en su trato y su frecuentación con ellos.
Se trata de una bella propuesta original, que brota de lo más hondo de sus emociones, de las profundidades de sus entrañas.
En ella, que está presentada con versos sencillos, claros, precisos y rotundos, nuestra poeta va volcando en breves fragmentos llenos de una de sus maneras personales de tratar los textos poéticos, las impresiones profundas que han dejado en su sensibilidad y en su conciencia la frecuentación de aquellos cuentos. Así Raquel nos va mostrando poema a poema, a veces con ironía y otras con marcada amorosa contemplación, todos los impactos que le causaron a lo largo de sus lecturas Caperucita, La Bella Durmiente, Cenicienta, Alicia, Pinocho, La Sirenita, Peter Pan y tantas otras figuras que la han hecho soñar, reflexionar, la han hecho meditar, alegrarse o sufrir, ya que nunca le pasaron desapercibidas ni le fueron tampoco indiferentes.
Todo el discurso es un "viaje", un "eterno viaje" lleno de muchas y variadas peripecias a través de ese mundo fantástico que nos imponen los Cuentos Maravillosos. Es un viaje por momentos doloroso y/o mágico que nos despierta una sonrisa a veces o nos deja pesares que llevamos en el alma y no nos permiten disfrutar de la vida.
Yo que tengo muchos años de estudio sobre la poesía escrita por mujeres en nuestro país, quiero recomendarles calurosamente, amigos queridos, la lectura de este hermoso trabajo de la inspirada Raquel Graciela Fernández, una poeta de las mejores de nuestro tiempo: no se arrepentirán.

AMADEO GRAVINO (14/10/2020)