"ENAGUAS DE ENCAJE ROTAS" - PRÓLOGOS
ENAGUAS DE ENCAJE ROTAS
¿en qué otro
Oscuras historias del cine
Un trabajo conceptual tomando Hollywood en el siglo XX. El cine en su esplendor.
Treinta y tres poemas de historias oscuras, de amor, resignación, dolor, muerte y resurrección. Cada pieza con el exacto aporte de reflexión, tan agudo como irónico, y la precisión de los vocablos seleccionadas (hay que elegir cuidadosamente las palabras), hacen una lectura grata y fluida: Rock Hudson vivió toda su vida / en un armario de cristal, / del que sólo se atrevió a salir cuando el HIV / (el cáncer gay, la peste rosa, / eso que le pasaba a la gente que no era Rock Hudson) / lo chantajeó como otro amante sin escrúpulos. // Murió a los 59 años, / libre.
Es estimulante ver en la poesía actual un trabajo de investigación en base a una temática y otro no menor de sintetizar, metaforizar y combinar lo lírico con lo especulativo; para poder darle al libro el sello de Raquel: Un animal daltónico / que confunde huesos con panes / y te mastica y remastica, / chicle rosado y barato, / y te escupe / cuando se te gasta la primavera en las venas.
Raquel aporta a la poesía la seriedad y el compromiso de la palabra justa, la búsqueda del efecto en un golpe certero. Como ejemplo, cuando habla de la muerte: Junta orina con una cucharita / y ni siquiera mira tu hermosa cara / porque sabe / que todos los cadáveres son iguales o El arte imita a la vida, a veces. / A la muerte, siempre.
Sorprendente el desarrollo de ciertos momentos de la vida de actores y actrices de la época dorada de la Meca del cine, y como lo escribe la poeta con especial contundencia en el final: La chica italiana no quiso llegar a los 40. / A los 39, / casi el espectro de una flor, / con pocas perdices en su haber / y la soledad como cilicio / con el que se castigaba cada noche, / eligió el final. / “El amor ha quedado atrás, murió en un Porsche”, / escribió justificando / su orgía de pastillas, / su insulto a la madre y al Espíritu Santo, / su soltarle la mano a la vida. // Su decidir, por fin, / de qué lado de la cama quería dormir / y con quién.
Recomiendo este libro de Raquel Graciela Fernández, porque encuentro lo que dijo Joseph Brodsky sobre la poesía: un espíritu que busca carne pero encuentra palabras. Porque descubrimos parte de la historia del arte en cada uno de sus poemas. Porque es un aire liberador para corrernos del mercado de vanidades.
Jorge Rivelli
ENAGUAS DE ENCAJE ROTAS
Algunas apreciaciones sobre este libro
me debería convertir?/¿qué otro/
de mí/debiera ser/
para saber/ver/los pedazos
de mundo que en silencio juntas?
Juan Gelman
Conozco a Raquel a través de su poesía. Es lúcida y traslúcida.
Ella no sabe quedarse con el humo de las cosas, se zambulle hasta comprobar el inicio del fuego, el cese de la brasa.
En este nuevo libro, permanece su impronta de montaña rusa en ascenso que demora el vértigo de las curvas, afilando la potencia al punto de introducirnos en una pantalla, para ser protagonistas arrebatados de una biografía ajena, lejos de la pasividad del espectador.
Raquel redime seres humanos a punta de birome, arranca lentejuelas, expone las burbujas turbias de un champagne derrochado sobre las copas del hambre.
Y todo lo posible en una película de cine es un sueño de la realidad.
Las vampiresas devienen en amas de casa.
Las amas de casa imitan deficientemente a las vampiresas.
Hollywood es un frigorífico de personas enlatadas en nombres artísticos, carne ofrecida para el onanismo de la dama y el caballero. Vidas destruidas para construir deidades.
Alto precio de estos paraísos de juguete, ser oferta y demanda de un público caníbal, de un entorno ambicioso, de un espejo inquisidor bajo la máscara.
Raquel corre el telón detrás del éxito y desde su altísima crudeza, revela el lado oscuro de aquellas niñas exploradoras enemigas de sí mismas, que tejieron coronitas de flores para el lobo.
Figuritas de morfina y suicidios reales de Dráculas inmortales con colmillos de utilería.
Raquel nos sacude con su estilo, su ironía nos deja sin aire, nos impresiona otra vez, nos aterroriza, nos sorprende, nos conmociona.
La belleza parece una pesada costra en ese mundo de culpas y peajes por cada cerradura y está claro que los gusanos no comen celuloide.
Como una caricia al pánico, la poeta declara con una soltura espeluznante:
“Yo pienso morirme en mi casa.
Nunca fui tan linda.”
La aureola de estos poemas prevalece en la salvaje evidencia de la fragilidad humana.
Como les dije.
Raquel Graciela Fernández no escribe desde el humo, no nos interpela desde el humo. Es ella misma, empatía desde los huesos constrictores de Theda Bara, desde el miedo al agua de Natalie Wood, es el maquillaje corrido de Judy Garland, la cicatriz de Marilyn Monroe, la gula de Diana Dors, Bela Lugosi en la agonía de sus rosas.
Ella, ellos, cada uno, abrazándose en el dolor sin la exigencia del aplauso, sin The end, juntando los pedazos del mismo todo.
Claudia Tejeda
Alta Gracia, Córdoba
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