31 DE DICIEMBRE
A Rosana
Esta noche no voy a estar en Nueva York.
Nada de confeti ni fuegos artificiales en el Times Square.
Nada de lentes graciosos
y besos en la boca con desconocidos parecidos a George Peppard
tal como lucía en “Breakfast at Tiffany's”.
Nada de brindis en el 230 Fifth Rooftop
ni caminatas por el Puente de Brooklyn.
Nada de zancadillas a los espacios vacíos en la mesa
donde ceno cada Nochevieja desde los ocho años
(antes protestaba por el mantel de hule,
los platos desparejos,
las copas que son para sidra y no para champagne,
pero ahora me da lo mismo,
me da exactamente lo mismo,
podríamos pedir una pizza esta noche y estaría bien,
ningún mantel decorado con pinitos festivos y muñecos de nieve alcanza
para adornar la ausencia,
ninguna copa de cristal fino sirve
para que el champagne barato parezca menos barato
y la sidra no me provoque dolor de estómago).
Esta noche no voy a estar en Nueva York.
Voy a estar en casa.
Voy a sonreír como una estúpida mientras puteo por lo bajo
porque soy yo la que tiene que recoger los platos sucios
mientras mis cuñadas
revisan compulsivamente sus teléfonos.
Voy a sonreír como una estúpida
(sabés que me sale bárbaro).
Voy a estar en casa.
Llamame.
Decime que la gente exagera.
Que Nueva York no es tan lindo en diciembre.
Que no hay desconocidos altruistas parecidos a George Peppard
besando con alegría a señoras desencantadas.
Que hace un frío de locos.
Decime, por favor,
que el año que viene
los platos los va a lavar otra.
Arte: Megan Aroon Duncanson