LA
SIRENITA
Una
cárcel
“Las cárceles
se arrastran por la humedad del mundo.”
Miguel
Hernández
El mar era una cárcel
y el amor
rompió todos los cerrojos del agua.
La voz,
tan líquida como los peces
que le lavaban la boca,
se escurrió entre las piernas
nuevas.
Con nudos en la lengua,
con los labios detenidos
en la silueta inasible del
beso,
caminando espejos rotos
y estrellas de cinco aguijones,
caminando arañas de cristal
y eclipses de sangre,
ella fue un brote de silencio
en la garganta de un mundo
que también la vistió de
candados.
La tierra era una cárcel
y el amor
extravió la ruta de las llaves.
Ella no tuvo tiempo para
aprender
la curva migratoria de los
pájaros.
Dibujó en sus ojos las
coordenadas del llanto
y se deshizo en la muerte,
fugaz,
fugaz,
como un pequeño escalofrío de
espuma.
Arte: "Die kleine Meerjungfrau", Wanda Zeigner-Ebel
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