miércoles, 19 de abril de 2017

MERMELADA AYER, MERMELADA MAÑANA


MERMELADA AYER, MERMELADA MAÑANA


Entonces el habló,

con una voz intensa,

como la de todos mis muertos,

y dijo:

“No me recuerdes,

ni siquiera,

cuando el viento mude

los médanos indecisos de la playa que no fue

y las dentelladas de tus pinceles

desgarren las encías de los ángeles.

No me bebas,

no me apremies,

y no te acuestes nunca

del lado de la nostalgia.”



Entonces llovía

y yo apretaba una pequeña cruz plateada,

y sonreía al despedirme

de mi destino de reina.

Porque nadie había contaminado los espejos

-ni siquiera yo-

y él era una lección que no comprendía

doliéndome

en los cuatro costados de mi sangre.



“No me recuerdes.

Aquello que no pude decirte

lo viste en mi mirada.

Y acá se acaba la historia.

Y acá empieza el silencio.”



Entonces recogí mis pequeños pies

y ese pelo

que nunca le conté que tenía

y me fui cantando bajito

una canción de “Los Beatles”

-Baby's in black and I'm feeling blue-

pero le dejé la cruz,

para que no me recuerde.



A veces miro hacia atrás

y huelo

su perfume de ladrón de pájaros.

A veces miro hacia delante

y ahí está

empuñando mis pinceles

-“tu pulsión es pintar, querida,

pero no te mueras

perpetuando grises inútiles”-.



Mermelada ayer

y mermelada mañana.

Pero nunca mermelada hoy,

porque hoy obedezco

y no me acuerdo de nada.







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