MERMELADA AYER, MERMELADA MAÑANA
Entonces el habló,
con una voz
intensa,
como la de
todos mis muertos,
y dijo:
“No me recuerdes,
ni siquiera,
cuando el viento mude
los médanos indecisos de la playa que no fue
y las dentelladas de tus pinceles
desgarren las encías de los ángeles.
No me bebas,
no me apremies,
y no te acuestes nunca
del lado de la nostalgia.”
Entonces llovía
y yo apretaba
una pequeña cruz plateada,
y sonreía al
despedirme
de mi destino
de reina.
Porque nadie
había contaminado los espejos
-ni siquiera yo-
y él era una
lección que no comprendía
doliéndome
en los cuatro
costados de mi sangre.
“No me recuerdes.
Aquello que no pude decirte
lo viste en mi mirada.
Y acá se acaba la historia.
Y acá empieza el silencio.”
Entonces recogí
mis pequeños pies
y ese pelo
que nunca le
conté que tenía
y me fui
cantando bajito
una canción de “Los Beatles”
-Baby's in black and I'm feeling blue-
pero le dejé la cruz,
para que no me recuerde.
A veces miro hacia atrás
y huelo
su perfume de ladrón de pájaros.
A veces miro hacia delante
y ahí está
empuñando mis pinceles
-“tu pulsión es
pintar, querida,
pero no te
mueras
perpetuando
grises inútiles”-.
Mermelada ayer
y mermelada mañana.
Pero nunca mermelada hoy,
porque hoy obedezco
y no me acuerdo de nada.
Arte: Natalie Shau
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