MAÑANA Y FINAL
Esa mañana tenía
un final a cuestas.
Yo no lo sabía:
flotaba dentro de mi vestido anónimo
con una sonrisa dulcemente estúpida
porque no había malezas en los
alrededores de mi corazón
y el cotidiano milagro de tenerlo
era costumbre
y era certeza.
Recuerdo aquella mañana.
Él me regaló un ramo de flores
y me besó en el ascensor.
Tomó mi cara entre sus manos
y me dijo que era bella
como una golondrina desordenada por el
viento,
como la carne del amor a la intemperie.
Me tendió en una bandeja de sábanas
blancas
y me devoró.
Después, me dio por muerta.
Arte: "Shiver", Shannon Bonatakis
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