¿ERA JOHN, ERA PAUL O ERAS VOS?
Yo no me olvidé de tus ojos.
Ojalá vos no te hayas olvidado de los míos.
Me dicen que te fuiste,
una mueca extraviada,
adherida
al filtro del
cigarrillo final,
la cara sin terminar:
faltaba la sonrisa.
Faltaba que dijeras
“me acuerdo de los ojos
de la pibita de quince,
la que se desnudaba a medias,
el cuerpo dividido,
cuerpo cerrado/cuerpo abierto.”
(¿Crezco o no crezco?
Mejor no,
mejor estiro un poco más
esta siesta de muñecas,
este colgar de las paredes de los quince
la foto del beatle favorito.
¿Es John, es Paul, sos vos…?
Mejor me arranco de las ganas
estos ojos
en los que me desnudo a medias.
Ojos azules.)
Me dicen que te fuiste.
Nadie sabe adónde.
A veces los ojos son como suelas gastadas.
Se cansan.
Se rompen.
Se tiran al costado del camino.
A veces ni una pibita de quince,
el cuerpo indeciso,
te salva de la naturalidad de la tierra
tapiándote los gestos.
Yo no me olvidé de tus ojos
porque los tengo oscilando en este cuerpo,
cuerpo cerrado/cuerpo abierto.
¿Quién me decía
“el amor no aprieta las rodillas,
la carne no se gasta,
la piel y el miedo discuten
y siempre gana el hambre”?
¿Era John, era Paul o eras vos?
Te fuiste, sí.
Pero también te quedaste.
Ningún hombre se va entero.
Nunca.
Arte:
Stephanie Corfee
Del poemario "Todos los hombres que me amaron", Ediciones Literarte, 2012
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