LA
ANTIGUA ENFERMEDAD DEL OTOÑO
A Sylvia Plath
La mujer escribe en las paredes
que tiene miedo
porque su papi está muerto.
No sabe si gritar
o retorcerle el cuello a ese poema
que se ha arrancado prematuramente de las entrañas,
como a un hijo ilegítimo.
La mujer creyó, ingenuamente,
que las palabras la salvarían del desastre
y le darían de beber
a las amapolas desquiciadas que agonizaban de sed
en el campo esplendoroso de su cerebro.
La mujer comprende, al fin,
que lo único perfecto es estar muerta.
Ahora todo está en orden:
el silencio en la endecha,
la luna en el cielo,
la cabeza en el horno.
A Sylvia Plath
La mujer escribe en las paredes
que tiene miedo
porque su papi está muerto.
No sabe si gritar
o retorcerle el cuello a ese poema
que se ha arrancado prematuramente de las entrañas,
como a un hijo ilegítimo.
La mujer creyó, ingenuamente,
que las palabras la salvarían del desastre
y le darían de beber
a las amapolas desquiciadas que agonizaban de sed
en el campo esplendoroso de su cerebro.
La mujer comprende, al fin,
que lo único perfecto es estar muerta.
Ahora todo está en orden:
el silencio en la endecha,
la luna en el cielo,
la cabeza en el horno.
Arte: "Sylvia Plath", Esther Rodrígez Cabrales
Del poemario "La antigua enfermedad del otoño", Ediciones de la Iguana, 2011
Poema seleccionado para integrar la Antología Poética
“Poesía Insomne”, Editorial
Dunken, Ciudad de Bs. As. (2007)
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