CANCIÓN ANIMAL
A Steve Irwin,
poeta a su manera
I – LA TERNURA
La hembra, vestida de ternura, no es grito, ni piedra, ni llanto, ni trampa. Es el primer movimiento del agua natal, invariable, definitivo. Y una lengua sin hostia pronunciando el silencio del beso que protege.
II – EL COLOR
El cuerpo aflora, florece, se desflora
(cuando cae la hora del amor, los que no saben de amor, se aman). El cuerpo
inventa su propia hoguera. Su música. Su pincel de ojos abiertos.
III- LA LIBERTAD
Ni un nido degollado. Ni un ramalazo impune
de tormenta. El imperio que no dimite ante el anzuelo oxidado de lo humano. El viaje que se fuga por el sexo flotante de
una nube entreabierta. La libertad, que, sin cantar, canta.
VI – EL MISTERIO
Un paréntesis negro encierra lo nocturno y lo fértil. Una zarpa esboza la memoria
imperiosa del fuego. El lujo de una boca que devora lo fútil. Como el amor.
Pero más.
V-
Fosforescencias enquistadas en la espalda
del océano. El color reproduce los gestos del mediodía. Las formas asimilan el
fervor de la noche.
La magia y la marea se funden en un
rítmico movimiento de cópula.
VI – LA SENSUALIDAD
La silueta demorada. El aliento prorrogado
en la nuca de la tarde. La línea perfecta de la carne trazada sobre el salto. El
día tiene la forma de un largo escalofrío de seda.
VII – LA INOCENCIA
Pupilas que se amontonan en los márgenes
del tiempo. Un desconocimiento absoluto de la herida. El animal camina la ruta
del verde, inocente.
VIII –
IX –
Caer en el orgasmo pleno de la luz, caer
en la maraña seca de los vientos, caer en los ásperos archivos del desierto.
Buscar la remota dificultad de una estrella. Dar el salto definitivo.
X – LA BELLEZA
La nota de la más fresca ferocidad en un
mapa de luz donde se mencionan los nombres de todos los sueños perdidos
(pequeños sueños como islas en los ojos dorados donde danzaron las piernas de
la última lluvia). La respiración que cae y se parte. La belleza.
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