viernes, 25 de septiembre de 2009

DOS AÑOS Y CIEN COPAS DESPUÉS


DOS AÑOS Y CIEN COPAS DESPUÉS 



Dejé de fumar. 

Dejé de jugar a despeinarme 

para opinarme más joven, 

de conjugar la vida con tus mismos gestos, 

de tantearte las horas. 

Dejé de variar nuestras inclemencias 

en un casal de luciérnagas 

(no volamos, 

no brillamos, 

consumamos el  inexcusable error de dar un paso 

más allá del verano). 



Dejé de pensarte al hacer el amor 

(dejé de lado, también, 

la  necia pretensión de hacer el amor: 

copulo, 

fornico, 

me apareo, 

deshago el amor minuciosamente, 

con una diligencia  cirujana).



Dejé de vincular tu nombre 

al riesgo de mis labios. 

Ya no hay húmedas travesías 

por tu boca 

ni mugidos melancólicos sacudiéndote el cuerpo 

(ni siquiera 

en la pálida visitación del sueño). 

Dejé de acusar golpes y prologar 

una congoja perpetua.



Ya no hay nosotros. 

Ya no hay vos. 

Punto. 



Y aparte.


  
Arte: "Watch Me Fall Apart", Scott Rohlfs


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