CYN
A Cynthia
Powell
Siempre pensé que las chicas rubias eran
tontas
y vos eras la más tonta de todas
porque habías perdido el tren.
Te imaginaba tomando té inglés
-té de verdad-
y haciendo inútiles esfuerzos por
parecerte a Brigitte Bardot,
arropada en la ausencia,
mientras la vida pasada a tu lado
sin rozarte.
Te veo con otros ojos hoy,
con los ojos del exilio.
Mujercita sin ritos
-una Brigitte saqueada
entreabriendo la caja de las sombras-
expulsada del cielo con diamantes,
aprehendida por el pan indivisible
que se mastica a solas,
sin poder mirar la luz de frente,
bordando con el hilo de tus días
el siniestro tapiz del abandono,
mientras la lluvia
-la lluvia de verdad, la lluvia inglesa-
le lavaba los ojos al otoño.
Mujercita dorada
con la soga del llanto apretándote el
cuello,
contenida
en la cueva falaz de la memoria,
sepultada
en un jardín ignoto que no advierte
el linaje del alba.
¿Cómo entender la red paciente de tus
manos
pretendiendo atrapar mares inmensos
que se escurrieron, sin más, entre tus
dedos,
antes de ser la pescadora inútil
que arrastra su pasión entre los muelles?
Otra taza de té
y la vida insiste
en pasar a mi lado sin rozarme.
Las chicas morochas
también perdemos el tren.
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