martes, 16 de diciembre de 2008

ACERCATE


ACERCATE
 
 
A Claudia Isabel
 
 
 
Acercate.
 
Acercate a Aejandra
 
de otra manera.
 
Ella te está mirando
 
desde la alcantarilla
 
con la misma mirada que a los quince
 
se escondía a fumar
 
en los baños del ENSPA,
 
pero no quiere que te pulverices.
 
Los seres humanos no somos rosas,
 
aunque tengamos espinas.
 
 
 
Acercate despacito,
 
a la más desnuda del bosque;
 
los ciervos tienen ojos líquidos
 
cargados de presagios,
 
pero son asustadizos
 
y el bosque es tan espeso,
 
no vaya a ser que la espantes.
 
 
 
Acercate a esa Alejandra
 
que sabía
 
lo que casi nunca queremos saber
 
e hilvanaba palabras
 
con la destreza
 
de la costurera del reino.
 
 
 
Acercate a la niñita de tiza rosa
 
dibujada en el muro,
 
pero hacelo sin lágrimas;
 
la sal no sala y el azúcar no endulza
 
pero el llanto moja,
 
despinta, desvive, desanda, desarma.
 
 
 
Alguien que la conoció
 
más que vos y que yo
 
(no me preguntes quién,
 
sabés que mi disco rígido es inútil
 
para almacenar ciertos datos:
 
me paso tardes enteras
 
tratando de memorizar mi nombre,
 
el chico tiene piojos y yo no me doy cuenta,
 
y no sé en que lánguida esquina
 
dejé olvidado a mi último amante)
 
dijo que jamás se había cruzado con alguien
 
que deseara tanto vivir.
 
Vivir.
 
 


 Acercate a Alejandra desde la vida.
 
Prendele una velita al Ángel de la Palabra.
 
Y después, si querés,
 
pulverizamos rosas juntas.
 

 
(Hay historias de amor que se cierran
 
como abanicos
 
pero vos y yo sabemos
 
que los abanicos son mágicos
 
y vuelven a abrirse
 
cuando uno menos lo espera).
 
 
 
 

 Arte: "In, Like, My Humble Opinión", Shannon Bonatakis


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