NIÑO GRIS
Su gris fragilidad rueda desnuda
por las veredas grises
y se acurruca en los zaguanes del olvido,
imperceptiblemente.
Él está allí, aunque no quieran verlo,
rehén de las cenizas,
desafiando a Dios y a su palabra,
y a su universo de ayunos y clemencia,
anciano con piel de niño,
niño con huesos de pájaro,
pájaro con la mano extendida
mendigando un milagro que no llega
(porque sólo llega, día tras día,
la anónima moneda de la culpa,
que será pan, alcohol o cigarrillos,
y lavará la conciencia de los otros,
los que no ruedan por las veredas grises
con la piel gris asqueada de la espera)
La ciudad lo devora
con su boca rabiosa de horas pico,
de apuros, de bocinas,
de alcantarillas húmedas de espanto,
de usual indiferencia.
La ciudad lo devora,
niño gris rehén de las cenizas,
lo encuentra indigerible y lo vomita
en una esquina absurda
donde lo alcanzará, insobornable, la lluvia.
niño gris rehén de las cenizas,
lo encuentra indigerible y lo vomita
en una esquina absurda
donde lo alcanzará, insobornable, la lluvia.
Arte:
“El niño mendigo”, Dorimar Carvalho Moraes
Mención de Honor III Concurso Literario de Cuento y
Poesía REIA (Reunión de Escritores Independientes de Avellaneda), Avellaneda,
Bs. As.(2006)
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