ESCALOFRÍO
La intrusión de la noche
se adosa
a la antigua herida.
La antigua herida de la infancia,
con sus caracolitos solos,
con su cristal descalzo haciendo huella
en la boca del viento
(boca rota deletreando huesos,
dientes resueltos como arañas
royendo
lo que queda del crepúsculo).
La sangre se asoma, desprolija.
Se exhibe,
en rojo y desnuda.
Es tiempo de sales,
de ojos que viajan remolcando
un séquito de lágrimas
(gaviotas húmedas y otra vez la infancia
doliéndose
en el natalicio del agua).
Es tiempo fetal:
acurrucarse y dormir.
Morir, apenas.
Morir, si cualquier día es el último día.
Si antes o después la herida empuja.
Si toda desaparición es temprana.
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