La
niña dorada celebra  
sus
esponsales con el viento.  
 El otoño ha tapizado   
la
caverna tibia de su sexo  
con
hojas secas y palabras tristes   
mojadas
por la lluvia.   
En
su veleidoso corazón   
los
hacedores del invierno   
trabajan
incansablemente   
desmenuzando
las ausencias, 
triturando
los silencios,  
para
inaugurar la primera nevada  
que
blanqueará los bosques. 
Arte: Crystal Wall Lancaster
Del poemario "Revelaciones", Ediciones
Raíz Alternativa, 2007
Poema seleccionado por Editorial Dunken para formar parte de la Antología Poética "Las horas secretas"

 





