DILUVIO
Te
escucho
en
la voz del agua.
Tu
ausencia es devoradora,
cae
sobre mi pubis
como
un jazmín herido
y
me obliga a sacudirme los retornos
que
ya no serán.
Tu
ausencia es fosforescente,
aniquila
mi voluntad de adioses,
construye
mis recuerdos
más
secretos,
violenta
mi
decoro diurno.
Te
escucho
en
la voz del agua.
La
platería de tu boca me salpica,
amilana
mis treguas,
y
el diluvio me trae en sus cuchillas
un
espesor de asombro.
Yo
te había olvidado.
¿Cómo
regresa tu sombra en esta hora
y
se acurruca
a
los pies de mi cántico de harina,
y
se abraza
a
mi paladar sereno,
masticando
los panes
que
amasé con saliva y con silencio?
¿Cómo
regresa tu impávido fantasma
y
me esposa a la piedra
rodada
y rodante de tu cuerpo?
Te
escucho
en
la voz del agua.
Me
había desacostumbrado
a
escuchar nuestras voces:
la
mía, la tuya,
las
de los hijos
que
jamás tendremos.
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