ANIVERSARIO
Hace un año
me arrancaba la piel
y la dejaba caer a los pies de la cama
donde libramos nuestra primera batalla
amorosa.
Qué estupidez esto de los aniversarios.
Qué manía morbosa
esta de marcar en el calendario
días especiales
como si todos los días no fueran iguales,
como si todos los días no fueran escalar
muros
y cruzar puentes
para llegar siempre al mismo lugar,
la soledad,
disfrazada de amante, de hermano, de
amigo;
la soledad,
con sus dientes de perra desquiciada
siempre listos para devorarnos.
Seguro que vos ni te acordás.
Soy el pasado,
y, para los tipos como vos,
el pasado no vuelve,
ni siquiera en sueños.
Te envidio, ¿sabés?
Envidio la facilidad que tuviste
para arrancarme de tu carne y de tu alma,
porque yo soy de las que le dan mil
vueltas al asunto
y escriben poemas para aliviar el luto,
y escriben cosas como ésta
que no sé qué demonios son,
y no se borran tan fácil del cuerpo
el semen y la saliva,
y la alegría con la que recibían su
ramito de flores cada semana.
Qué estupidez esto de los aniversarios.
Qué estupidez esto de creerme todo lo que
me dicen.
Cuarenta años y no aprendí nada.
Cuarenta años y sigo esperando que
alguien me pida perdón.
Perdón porque la primavera hoy es para mí
un estado de desánimo
y todavía sigo dándole vueltas al asunto.
Perdón porque siempre supiste
que yo era una de esas cajitas
con un cartelón enorme que decía “FRÁGIL”
y no lo tuviste en cuenta.
Y aunque ya no me leas,
ni me escribas
y hayas cortado todos los lazos
que te unían a mi magia y a mi
desconsuelo,
yo sigo esperando.
Un gesto que te reivindique frente a mi
dolor.
Un gesto que me diga que no fue en vano
arrancarme la piel y mostrarte tanto.
Un gesto que me diga que sí,
que vale la pena marcar
días especiales en los calendarios,
fechas para recordar,
algo para recordar,
a pesar de los naufragios
y de los inevitables finales.
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