CARTA ABIERTA
"(…) es inútil
que intentes desembarazarte: te irrité
demasiado para que me olvides, te he marcado,
aunque no fui la mujer que debiste
soñar. Tu sexo temblaba
por primera vez y no era yo: me alegro
de que así fuera, porque soy mejor
que toda aquella sobada fantasía (…)"
Francisco "Paco" Urondo
"(…) es inútil
que intentes desembarazarte: te irrité
demasiado para que me olvides, te he marcado,
aunque no fui la mujer que debiste
soñar. Tu sexo temblaba
por primera vez y no era yo: me alegro
de que así fuera, porque soy mejor
que toda aquella sobada fantasía (…)"
Francisco "Paco" Urondo
Me alegra no ser la mujer que soñaste. Soy mejor que toda aquella sobada fantasía y soy mejor de lo que pudiste imaginar cuando me tuviste en tus brazos.
Me alegra no ser la mujer que sostiene tu
sexo tembloroso y tu boca exhausta después de un simulacro de amor posmoderno. Soy demasiado intensa para esconder la piel detrás de una bandada de pájaros
cansados que perdieron el rumbo.
Me alegra no ser la mujer que te ama y no
ser, tampoco, la mujer que te odia. No hay tumores malignos creciendo en la matriz celeste de mis recuerdos, ni coágulos de sangre descosida cercenándome el alma.
Me alegra haber cometido el error de conocerte. Algo roto había en mí cuando te convertí en un espejo donde reciclar mi imagen desangelada. Algo roto que estoy tratando de reparar lejos de la lluvia sucia donde se disolvieron tus promesas exageradas y mis excedidas demandas.
Me alegra que estés lejos de mi trepidante decir, de la enredadera verdecida de mis palabras; que no sepas o no entiendas. Mi voz es un río que no debiste navegar nunca, porque el naufragio estaba latente en cada sílaba, en cada metáfora redonda y brillante, en cada paloma volando hacia adentro, hacia la llaga abierta en mi útero rebelde, hasta las vísceras licuadas por el llanto. Mi voz no era tuya y no podía serlo nunca.
Me alegra que estés lejos de mi trepidante decir, de la enredadera verdecida de mis palabras; que no sepas o no entiendas. Mi voz es un río que no debiste navegar nunca, porque el naufragio estaba latente en cada sílaba, en cada metáfora redonda y brillante, en cada paloma volando hacia adentro, hacia la llaga abierta en mi útero rebelde, hasta las vísceras licuadas por el llanto. Mi voz no era tuya y no podía serlo nunca.
Me alegra que las flores que vadean el
horizonte de mi ombligo sean un camino trazado por el olvido. Tu memoria sería inoportuna y me molestaría saber que, de algún modo, todavía estoy presente en el sórdido sudor de la noche o en la ecuación vegetal de la mañana. Soy egoísta, sí: yo exprimo mis recuerdos para escanciar el vino roto de mi canto y exijo que borres los tuyos.
Me alegra que seas un extraño. Ni un
amigo ni un enemigo: simplemente un extraño. Porque tu verdadero rostro no tiene los rasgos de las ilusiones, ni siquiera de las ilusiones muertas.
Me alegra no ser la mujer que esperabas. Me alegra ser la mujer que soy. La bella, y loca, y desbordada mujer que perdiste. La chica con alma de calidoscopio.
Me alegra no ser la mujer que esperabas. Me alegra ser la mujer que soy. La bella, y loca, y desbordada mujer que perdiste. La chica con alma de calidoscopio.
Querido mío, esto, que debería haber sido
una charla de café, es un mal texto que van a leer otros ojos, que no son los tuyos. Ni una oda, ni una elegía; sólo una carta abierta para decir que me alegro de haber superado otro adiós y estar viva.
Arte: Cathy Delanssay