viernes, 30 de agosto de 2024

PALABRA DE PRINCESA


 PALABRA DE PRINCESA


 “Nadie, sino una verdadera Princesa, podía ser tan sensible.” 
Hans Christian Andersen, “La Princesa y el guisante”

Quizás esa voluntad de herirme,
de azuzarme la sed y construirte un rostro
menguado
como un violín de algas
que se hace sol y se deshace,
menguante
como un triste hombrecito de Matheson,
también sea amor.
Quizás la compulsión de no dejar en paz
ni siquiera mi ausencia,
ese insistir  y picotearla
con furor de gaviota,
ese escribirla con la mano
y borrarla con el codo,
hasta enloquecer,
hasta enloquecerme,
también sea amor.
Quizás ese volver y no volver,
ese tenderme una trampa de misterios
(de pajaritos de colores volando entre las sábanas,
comiendo de mi sexo,
subiendo y bajando
por el hilo puntual de mi faringe)
sean tu forma de plantar bandera en mi conciencia,
de reclamarme tuya,
para saberme y deshabitarme,
como una isla al sur de todos los deseos.
(Pero yo ya no respiro pajaritos, ¿sabés?,
yo me acomodé la vida
para no ser el hueco en una cama ajena,
aunque a veces me confunda
y sienta un ahogo de plumas
cruzándome la garganta).



Yo no soy una mujer que duerma en cualquier lado.
Yo soy una Princesa.
Veinte colchones, veinte edredones y un guisante
y voy a pasar una noche horrible.
Porque soy tan sensible y tan delicada.
Porque cuido un jardín
como hubiera cuidado a un hijo nuestro.
Porque escribo poemas
(y el último poema que te escribo
siempre es el anteúltimo,
y así estamos,
tocándonos con palabras,
despuntando la histeria del abecedario).



Quizás ese desnudarte de mí en otros ojos,
ese lavarte de mí en otra saliva,
también sea amor.
Seguramente es amor.
Vas a seguir buscándome
en todas las mujeres
y no vas a encontrarme nunca
(Y esto no es una maldición, querido,
es una bendición;
la maldición somos las Princesas,
los veinte colchones,
los veinte edredones,
y el guisante.
Y los hermanos Grimm, Perrault, y el viejo Andersen,
Dios los tenga en la gloria). 



De "Pretty in pink" (2016) 

miércoles, 28 de agosto de 2024

DESTERRADOS


DESTERRADOS


Cada sitio de mí,  desordenado,

cada pequeña culpa,

cada ira, cada uva,

cada vieja pelicula en blanco y negro

que miro los sabados a la noche

mientras suelto el deseo y las manos

para tocarte

más allá del eclipse de la ausencia,

saben que estas ahí,

desbocado como un caballo oscuro,

estrellando tus dientes contra una tribu de ángeles carnívoros,

y que yo estoy,

inalterable,

detrás de la prisión de tus párpados.



Animal de agua

escurriéndome

entre la anarquía de tus piernas

toda la noche,

toda tu noche,

para volatizarme en tu canto encarcelado

y no ser nada.

Llave del torbellino vos,

abriéndome,

mientras yo lloro muy despacio,

y endulzo lo que no esta

como una abeja leve.



Desterrados los dos

de  las flores del mal,

de las flores,

de todas.

Expatriados.



Cómo nos delatamos en la memoria,

como nos desnudamos y nos mordemos

con serpientes de aire,

cómo nos respiramos.

Y yo miro, de pronto, el reloj

para saber si ya son las doce.

Y vos deseás que me olvide un zapato

para tener una excusa

que te permita entrar en mi casa

y verme

como no me viste nunca:

podando los rosales,

acariciando la cabeza de mi hijo,

durmiendo abrazada a mi almohadón violeta.

Como si esto no doliera tanto

y nuestras vidas fueron un cuento.





De"Pretty in pink" (2016)

lunes, 26 de agosto de 2024

NADIE QUIERE SER TAN VIEJO COMO LOS VIEJOS DEL POEMA DE GÜNTER GRASS


 NADIE QUIERE SER TAN VIEJO COMO LOS VIEJOS DEL POEMA DE GÜNTER GRASS


“Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.”
Günter Grass
  
Nadie quiere ser tan viejo
como los viejos del poema de Günter Grass.
Ni estar tan triste. Ni sentir tanta vergüenza.
No nos gustan las taquillas cerradas.
No nos gustan las películas que prometían amor
y convidaron mantas demasiado cortas,
cenas frías,
domingos atroces,
baños  siempre ocupados
(quiero hacer pis, quiero peinarme,
quiero  masturbarme, quiero una ducha,
quiero quedarme en el baño para siempre
porque los baños son los únicos lugares
que se salvaron del mundo).


Nadie quiere ver gordas en la pasarela
ni barrer el papel picado
cuando se terminó la fiesta.
Nadie quiere que le digan
que hubo algo más importante
que recoger sus pedazos,
rearmar la pronta lascivia de sus muslos,
reincrustar sus ojos,
coser  su espinazo al alba luminosa,
al ridículo altisonante de la primavera.
Nadie quiere reconocer que no tiene
un volcán entre las piernas
(tiene una desolación, un interrogante,
un dolor de cabeza, un “hoy no, estoy cansada”).
  


Dos horas, mil horas bajo la lluvia (como un perro)
y nadie quiere estar mojado.
Nadie quiere aceptar
que ya no tiene edad para las guitarras
(y seguimos escuchando rock,
bailoteando cuando nadie nos ve,
usando remeras con el logo de “The Ramones”).
Nadie quiere  ver fotos morbosas
en los atados de cigarrillos
(“te vas a asfixiar, te vas a pudrir, te vas a morir”).
Nadie quiere bajarse del tren.
Aunque el tren esté loco
(más loco que nosotros)
y no vaya a ninguna parte.


Nadie quiere ser tan viejo
como los viejos del poema de Günter Grass.
Nadie quiere ser tan viejo


como los viejos del poema de Günter Grass
y no  tener alguien
que lo tome de la mano.


Arte:  Salvador Dalí
De "Pretty in pink" (2016)

sábado, 24 de agosto de 2024

AMOR

AMOR
  
“Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.”
Günter Grass

Es esto:
algo tan alejado de los sueños,
algo tan cercano al sueño,
una frazada siempre demasiado corta
y los pies destapados
tanteando el aliento del invierno.
La almohada en disputa,
la piel vigilante
(un tigre viejo que regresa
y algo que se escapa,
algo vivo que se salva).

La cocina diligente,
veinte dedos compasivos
releyendo cada día
el monólogo de un mantel a cuadros,
otra copa de vino.
Las urgencias que nunca
serán poema:
hay que cortar el pasto,
hay que sacar la ropa de verano,
hay que pagar el teléfono.

Es esto:
él mirándome con un deseo apacible
cuando me pruebo un vestido nuevo,
sabiendo de memoria mi ombligo,
mis gestos de cansancio,
las pequeñas arrugas que se van animando
a morderme los ojos.
Yo encaprichada con un perfume francés
que no voy a usar nunca.

La luna, en el cielo.
El mar, a 400 kilómetros.
¿Rosas? En el jardín, a veces
(“¿Ves? Esto es lo que hacen tus amigos los caracoles,
los que vos no querés matar:
o tenés rosas o tenés caracoles.
Decidite.”)
¿Princesas? En las películas de Disney, al principio
(y cuando se acaba el principio,
cuando se acaban los crayones,
la leche chocolatada,
los actos por el 25 de Mayo,
cierto desencanto, 
una soledad de  a dos que se instala sobre los muebles
como una fina capa de polvo).

Es esto:
cheques girados al descubierto,
números rojos,
pagarés impagables.
Domingos sin misa,
misas donde nos partimos y nos repartimos
y somos un poco dioses,
un poco salvadores del mundo.
Huellas que van quedando
en la memoria de la nieve
y un deshielo siempre al acecho
que no va a llegar nunca.




De "Pretty in pink" (2016)