Con una nutrida concurrencia
que colmó la Sala Domingo Faustino Sarmiento del Predio Ferial de Palermo
(CABA), en el marco de la 43º Feria Internacional del Libro, la Subsecretaría
de Educación, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social y Educación de
la Municipalidad de Las Flores, presentó la 11° Edición del Concurso Nacional
Literario de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares”. El acto se desarrolló el
lunes 1 de mayo por la tarde, y contó con numerosas y distinguidas personalidades
del quehacer literario que fueron invitados especialmente para esta ocasión.
En primer término, Juan Lázara realizó la presentación, donde aprovechó la oportunidad para
agradecerle al Intendente Municipal, Escribano Ramón Canosa y su equipo de trabajo
por darle continuidad a este Concurso. Seguido a esto, presentó los últimos dos
libros editados por la Municipalidad de los ganadores 2015. El primer premio en
Narrativa fue “Territorio de Caza”, de Alejandro Olgiatti quien no pudo estar
presente; mientras que el premio en Poesía 2015 fue para la obra titulada
“GoodBye, Norma Jean”, de Raquel Graciela Fernández quien formó parte de los
panelistas. La introducción de esta antología estuvo a cargo de Rafaela
Pinto, quien describió en detalle la temática conductora de la obra.
Asimismo, Lázara leyó lo
que Edgardo Scott, uno de los Jurados, había escrito sobre la obra
premiada de Olgiatti que en esa edición enunció: “Territorio de caza es
un libro de cuentos. Parece una obviedad decir esto, pero sin embargo, ya en
esa obviedad, este libro encuentra una identidad y una primera definición. No
se trata de una suma de relatos más o menos dispersos, donde de uno de ellos se
tomará prestado el título para atar o anudar malamente el conjunto. Por el
contrario, cuando un libro de cuentos tiene identidad, cada relato suele ser un
acento, un rumbo que podrá tomar el autor en libros anteriores o futuros. Cada
cuento es un matiz de su mundo literario. Pero a su vez, el libro mismo ya
realiza una parte de ese mundo”.
Previo a esto, la Subsecretaria de Educación, Prof. Pilar Corvalán, realizó la presentación de la nueva edición de
este concurso nacional, en la que manifestó: “El Concurso cumple 11 años. Luego
de la década se marcó un cierre de una etapa que fue muy fructífera para todos
nosotros. Somos un Municipio pequeño y el hecho de que el Concurso se haya
transformado en una política de Estado no es un dato menor. En ese sentido,
estamos más que orgullosos y ojalá siga con quienes nos sucedan. Pero también
quiero decir que el prestigio del Concurso se ha afianzado por el aporte y la
ayuda desinteresada de muchísimos escritores de reconocida trayectoria, que le
dieron una envergadura nacional que no hubiera tenido sin sus colaboraciones.
Me voy a tomar el atrevimiento de dejar un recuerdo cariñoso para Leonardo
Martínez, que trabajó durante muchísimos años con nosotros, y nos dejó hace un
tiempo, y acá la veo a Silvia Castro en primera fila, una de las Jurados que
sigue trabajando con nosotros y que siempre estuvo mano a mano con Leo, mirando
el material que recibíamos. También, a Pablo De Santis, Luisa Valenzuela,
Leopoldo Brizuela, Inés Garland, Esther Cros, Vicente Battista, Rafael Oteriño,
Susana Szwarc, que nos acompañan este año. No son nombres menores. Silvia Arias
quien ha sido una colaboradora desde la primera hora del concurso. Y creo que
sin esa suma de voluntades no hubiésemos podido trascender a nivel nacional
como nos consta que está instalado el concurso por la repercusión y por la
cantidad de trabajos que recibimos todos los años, por los comentarios y por la
difusión, cada vez mayor, que éste tiene. Más allá de eso, agradecerte a vos
Juan, que siempre has sido el nexo para que este hermoso lugar sea el broche de
oro de los autores que editamos desde 2011. Porque editar ya de por sí, es todo
un triunfo, y tener un lugar del prestigio de la Feria del Libro para
presentarlo no es tampoco poca cosa.
Agradezco también a Axel Díaz
Maimone, de Necochea, que no está presente en esta ocasión pero que ha sido una
figura importantísima para el Concurso, y a la gente de Las Flores que siempre
nos acompaña. Hemos tenido muy buena respuesta todos los años; los vecinos se
acercan, quieren viajar, nos acompañan en la presentación. (…) Escuchemos a
Raquel, que es la protagonista y a Mariana que también ha participado del Bioy,
muchas veces, para mí es un placer personal que esté acá porque es una
escritora que admiro mucho; y siempre rescato que una de las características
valiosas del Bioy son los vínculos que se forman a partir del Concurso entre
los participantes; entre los participantes y el Jurado, y entre todos los que
formamos parte de la organización del Certamen”.
Por su parte, la
escritora Mariana Travacio, invitada a esta presentación, se refirió a la
misma en la que expresó: “Es un enorme placer, para mí, estar hoy acá.
Participé de este concurso en el año 2012. Recuerdo que Luisa Valenzuela
presidía el jurado entonces. Recuerdo el salón de actos de la Municipalidad de
Las Flores. Recuerdo el brindis posterior. Y el hotel donde nos alojamos. Y la
plaza ancha. Y recuerdo, sobre todo, que el premio de narrativa, ese año, fue
para Eduardo Kruger. Durante la ceremonia de premiación, los ganadores del
Concurso tenían que pasar al frente a leer algún fragmento de la obra presentada.
Recuerdo que Eduardo pasó y leyó un cuento magistral: Gato de peluche en
celofán. No me olvido más. Narraba la historia de un padre divorciado que iba
con su hija pequeña, a un restaurant, a festejarle el cumpleaños.
Imborrable el relato, pero
imborrable, además, el gesto de Eduardo Kruger cuando lo llamaron a recibir su
diploma: antes de subir al estrado, se detuvo a saludar y a felicitar a cada
uno de los que habíamos obtenido menciones. Eduardo Kruger es rosarino. A él le
gusta decir que es un rosarino implantado, porque nació del lado cordobés de la
frontera con la provincia de Santa Fe: ocurre que apenas nacido lo arrastraron
a Rosario y allí vive desde entonces. Y yo soy Rosarina también, pero
auténtica, en este caso, porque nací allí. Así que, un poco porque nos unía
Rosario y otro poco porque su saludo fue tan generoso, esa noche, cuando nos
cruzamos en el lobby del hotel y yo entraba con el manuscrito de mi libro bajo
el brazo, sólo atiné a dárselo. Pocos días después, recibía un email de Eduardo:
había leído todo el libro y se había tomado la molestia de comentar cuento por
cuento, frase por frase, palabra por palabra. Nos hicimos amigos. Todavía hoy
nos leemos. Cuando voy a Rosario, le aviso; o cuando él viene a Buenos Aires,
me avisa, y terminamos cenando en alguna parte. De modo que yo le debo, al Bioy
Casares, no sólo aquél reconocimiento literario inaugural, sino que le debo,
una amistad entrañable, que es como decir que le debo un encuentro.
Hoy quiero felicitar a los
premiados en 2015: Raquel Fernández, por su trabajo en poesía, y a
Alejandro Olgiatti, por su trabajo en prosa y a los premiados en 2016: Carolina
Quiroga, en poesía e Irene Kleiner en narrativa.
Y quiero felicitar, también, a
Pilar Corvalán por ordenar las infinitas acciones que permiten que un premio
como el Bioy Casares se reedite cada año.
Este concurso lleva ya diez
años de vida y es muy alentador ver que siguen llegando manuscritos. Me parece
alentador porque no hay escritura sin lectura, de modo que detrás de cada
manuscrito que aparece en la Municipalidad de Las Flores, hay un lector.
Cuando me preguntan ¿qué es
escribir? o ¿cómo se forja un escritor? me acuerdo siempre de Bioy y de Borges,
tan así, riéndose, detrás de la puerta, inventando un cuento, volviendo la
realidad más habitable. (…)
Me parece que define
perfectamente lo que sucede con la escritura: la escritura como imposibilidad.
(…)
Pensemos en las cuevas de
Altamira, pensemos en esas cuevas hace treinta y cinco mil años, pensemos en
esos hombres que no tenían lenguaje y que, sin embargo, acabaron inventando el
arte rupestre. No tenían lenguaje, pero dibujaban: inscribían, en las cavernas,
sobre piedras: decían.
Esto remite a una necesidad
del hombre, la necesidad de decir: una necesidad tan atávica como inapelable.
Decir, aún sin lenguaje: rayar una piedra, inventar un pigmento, dibujar a
sangre. Decir, precariamente, a fragmentos, pero decir. Decir sabiendo que no
se puede, buscar el modo, la aproximación, la proxemia. Fracasar. Darse cuenta
de que las emociones son preverbales, que el amor o la muerte no saben de
palabras, y persistir. El hombre es ganado por ese afán, esa necesidad de
nombrar, de querer decir. Entonces, se escribe.
¿Y qué se escribe?
Se escribe lo que se deja
escribir. Escribimos remedos. El silencio no se escribe. Si pudiésemos escribir
el silencio acaso podríamos decirlo todo. Pero sabemos que decirlo todo no es
posible. Porque hay lo indecible, hay lo incomunicable, eso que apenas puede
rozarse, bordearse, rodearse de palabras, y no más que eso. Ese es el problema
de la escritura. De toda escritura. Lo que sólo baja al papel como mero remedo.
Y esa es, también, la condición de posibilidad de toda escritura: que exista el
resto, el vestigio, las sombras, porque si pudiésemos decirlo todo, no habría
escritura. Cada día, o cada noche, cuando me siento a escribir, pienso en esto.
Pienso en la imposibilidad radical de la escritura, y en los empecinados
esfuerzos que hacemos aun sabiendo que no es posible. (…)De modo que escribir
es, ante todo, una disposición al fracaso. Pero es, también, una tenacidad, esa
forma empecinada de la voluntad.
Pienso en la tenacidad y me
acuerdo de una charla en la que participé hace unos días, con unos queridos
colegas. Nos invitaban a reflexionar sobre nuestros procesos literarios. Nos
preguntaban si escribíamos de puño y letra, arrastrando una lapicera, un lápiz
o un bolígrafo, sobre el papel. Si hacíamos surcos de esa manera. Sobre
renglones o sobre papel liso, sin rayas. Sobre anotadores, libretas o
cuadernos. O en la pantalla. Si hacíamos bosquejos. Si teníamos un plan o si no
lo teníamos en absoluto. Nos preguntaban por nuestros textos, que de dónde
nacían, que cómo se producían. Y nos encontramos pensando en los orígenes de
eso que pusimos en palabras y que ahora está escrito adentro de alguna
computadora, o sobre algún cuaderno, en alguna casa, o arriba de algún tren, en
una ciudad plantada en el hemisferio sur de un planeta que todavía orbita
alrededor de una estrella inextinta que es parte de la Vía Láctea. Un cuaderno
en una galaxia. Algo tan absurdo o inexplicable como eso.
No sé qué es escribir, pero
tengo la sospecha de que la escritura no es una bahía, no es un puerto: no es
un lugar de atraque: no ofrece reparos: no cobija. Se me hace, más bien, que
hay algo errante en la escritura, que es un eterno punto de partida: la escritura
como deriva. (…)
De modo que escribir es,
también, aceptar la incertidumbre, sostener la incertidumbre e, incluso,
quererla. La incertidumbre como condición de posibilidad para esa dimensión de
la escritura como descubrimiento, en el sentido literal de des-cubrir, de
correr el velo, de poner a la vista.
¿Y qué herramientas tiene un
escritor para que la frase acontezca?
No tiene más que un puñado de
caracteres de cuya combinatoria surgen unas palabras que son la muerte de la
cosa. Y, sin embargo, no todo es imposibilidad. Un escritor no tiene más
remedio que confiar en sus herramientas: confiar en las palabras, en el poder
de las palabras, de cada palabra. (…) De modo que escribir es un trabajo con el
lenguaje. Es pulir ese lenguaje hasta hacerlo hablar. Es doblegarlo hasta que
produzca un sentido. Es exigirle hasta que se nos escape una lágrima que
devenga sangre para pintar la cueva. Es convertirlo en música hasta nos
devuelva una nota que nos jure cercanía: una nota que nos recuerde que somos
parte de la horda, que nos recuerde que hace treinta y cinco mil años que
estamos tratando de decir algo”.
Antes de culminar la
presentación, Juan Lázara se refirió al Museo Adolfo Bioy Casares, que se
encuentra en etapa de recuperación, instalado en la Estación Ferroviaria de
Villa Pardo, el paraje rural del partido de Las Flores.
Sobre ese tema, Pilar Corvalán
enfatizó: “Hemos estado trabajando todo el año pasado sobre la aprobación de
los planos para la puesta en valor de ese Museo, y a partir de este año comienzan
los trabajos de remodelación y restauración para que el Museo luzca como debe
lucir. Eso también lo tomamos como una política de Estado y nos parece que es
el broche que faltaba, incluso para fomentar el turismo cultural para este
ambicioso proyecto que viene planteado desde hace mucho tiempo. Quiero
agradecer una vez más, a todos los que están presentes y les digo que los
libros que están expuestos se los pueden llevar de obsequio. El Municipio hace
un esfuerzo importante para que los escritores tengas sus libros editados y
nosotros nos quedamos con una cantidad muy limitada de esos libros
exclusivamente para difusión. La Municipalidad no los vende. Los cede a las
bibliotecas o, como en este caso, qué mejor marco, el de la Feria del Libro,
para que cada uno de ustedes pueda llegar directamente a los autores”.
Finalmente, en su 11ª.
Edición, el Concurso nacional de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares” recibirá
los trabajos literarios hasta el 11 de agosto. En esta edición, los Jurados en
Narrativa serán Vicente Battista, Ángela Pradelli y Gabriela Cabezón Cámara,
mientras que el de Poesía estará conformado por Rafael Oteriño, Susana Szwarc y
Silvia Castro.
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