yo vuelvo
La muerte nos
hace crecer. Mejorar la forma de ver
ciertas cosas, tan cotidianas y tan aprehendidas. Tan naturalmente allí, que se
vuelven imperceptibles, olvidadas, invisibles.
Muerte ajena, claro.
La palabra de
Raquel Graciela Fernández tiene ritmo, cual la vida. Cual los abismos que se abren entre lo que se
desea y se dice, entre lo que se piensa, se siente y, luego, se escribe.
A lo largo de
“Interrumpidas”, su escritura se
mantiene intacta, como una mortaja sobre un cadáver que sólo se corrompe.
La que escribe,
parece ser una testigo que observa desde
un preciso punto de vista y deja que ese sitio, ese lugar del mundo en el que
se instala, se impregne con su modo de mirar.
Su modo de comprender a otras mujeres que, comenzaron a decir, cuando se les impuso el silencio más perpetuo.
Oriel. Cecilia.
Alicia. Jimena. Nair.
María Soledad. Carolina. Natalia.
Natalia II. Marita. María Marta.
Lucila. Natalia III. Marela.
Fernanda. Florencia. Paulina.
Nora. Rosana. Sofía. Soledad.
Wanda. María. Candela.
Ángeles. Juana. Priscila.
Yanela. Melina. Lola.
Chiara. No son nombres, son
ausencias que hacen nudos, y la poeta intenta rescatarlos con la poesía que,
apenas se construye con retazos. Una
voz, un sonido para alumbrar tanto dolor
con tanta belleza.
la pequeña muerta
definitiva como el olor de una
mujer
después de haber amado
La pequeña
muerta, se multiplica. Es indudable la crudeza de este
poemario. Hay en él, algo de luz, un
poco de barro, mucho de silencio. Debió
serle difícil a Raquel adentrarse con sutileza en los escombros. Buscar, quizás con las manos unidas en acción
de rezo, las palabras profundas que
imploren o evoquen. Las palabras que
tengan el filo, de un cuchillo de caza.
Yo soy el verbo dolorido
que conjugaste a golpes.
Yo no estoy muerta, no.
Yo vuelvo.
“Interrumpidas”
es un libro imprescindible, casi un tejido.
Un tejido espeso. Una tela mojada
que se sacude. Una concepción de
muerte, con su inmensa carga de
malentendidos.
Hay que dejarse
atravesar. Hundirse. Quedarse a solas, en lo más solo de uno
mismo. Como las pequeñas muertas, tatuando
a ciegas una nueva línea de vida, cuando dicen y repiten: yo vuelvo.
Liliana Souza
Liliana Souza
Nació en Avellaneda (provincia de Buenos Aires, Argentina) en 1958 y reside en Bernal, Quilmes. Ha publicado en diversas antologías y revistas literarias. Por su labor poética obtuvo varios primeros premios a nivel nacional, a los que se suman reconocimientos en España y EE UU. Coordina Talleres Literarios y Talleres para Adultos Mayores con el fin de ejercitar el área cerebral. Ha publicado los poemarios “Esa otra forma” (Ediciones del Dock, 2010) y "Cuarto de costura" (Ediciones del Dock, 2012).
Arte: "Crucified Woman", Almuth Lütkenhaus (Emmanuel College,Toronto, Ontario Canadá)