ESPOSA
I
Una mueca de agobio,
de dolor que se duele en el
otro,
de toda la vida de tu mano
y no quiero soltarte.
Una mueca extraviada
de viudez en ciernes.
II
Sonríe
(sin querer, sin poder).
Ofrece el piadoso ritual de
la palabra
para sobornar la queja,
para hacer infinitas
las formas finitas del
recuerdo,
para apuntalar un cuerpo
que se deshace
como un nudo de viento.
III
No hay labios para apretar
el beso,
no hay verano
para exaltar la unción de
las abejas.
Hay otra mujer respirando
en él
(una virgen de cera,
una santa con la boca llena
de flores,
una loba de sombra que
reclama
la posesión de la carne que
se agota).
IV
Ella lo toca
cuando toca su costado.
Él es la herida.
V
Llueven azahares en la boca
de la que se recuerda
desnuda, germinada,
casi un violín de
luz cicatrizando
la llaga oscura del
silencio.
Llueven azahares y
ellas los recoge:
gasas, pañales,
sábanas, algodones.
Blanco que aúlla
en la ribera
infinita de su muerto.
Arte: Herbert Baglione
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