EL VICIO
ABSURDO
A Virginia
Woolf
“No
son las catástrofes, los asesinatos, las muertes, las enfermedades las que nos
envejecen y nos matan; es la manera como los demás miran y ríen y suben las
escalinatas del bus.” – Virginia Woolf
Hubieras podido contentarte
con fumar y fumar.
Tus manos tenían
la fisonomía irrevocable del tabaco:
eran palomas grises que medían
la estatura extendida del humo
cuando tus gestos llovían
sobre las palabras.
Fumar no es
un vicio tan absurdo.
Fumar te mata,
pero no tanto.
Fumar no duele.
Hubieras podido contentarte
con emperifollarte para asistir al Derby.
Apostar las voces que ascendían
dentro de tu cabeza
y perderlas.
Apostar los guijarros húmedos
que crecían
dentro de los bolsillos de tu abrigo gris
y perderlos.
Las patas de los caballos no son
un vicio tan absurdo.
Los caballos no calzan
los intransferibles zapatos de los locos.
Los caballos son guitarras
que manipula el viento.
Hubieras podido romper los espejos.
No bastó con cubrirlos.
Debajo de los paños que obstruían
sus pupilas de cristal,
el vicio
absurdo seguía entretejiendo nidos sórdidos,
pariendo tempestuosas avecitas
carniceras.
¿El vicio
absurdo era la musa?
¿O fue la musa la que lo mantuvo a raya,
mientras le fue posible…?
Hubieras podido arrojar tus piedras al
Ouse
y volver a tu casa temerosa de la guerra
con los pies secos y el corazón caliente.
Dormirte en un cuarto propio,
sonriéndole al cadáver
del ángel de la casa
y despertarte blasfemando.
Hubieras podido vivir, Virginia.
Pero, no.
No hubieras podido.
Arte: "Virginia Woolf", Danielle Fraser
Finalista XVII Premio de Poesía “Raimundo Ramírez de Antón”, Associació per al Foment Cultural de Terrassa, Terrassa, Cataluña, España (2011)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario