EL RITO
Otra vez me deshojo
en la hondura del bosque pretérito
que sangra en filo desgarrado
de un puñal verde.
Con la suave modestia de la violeta
que hamaca su desnudez
en la boca del viento
me despojo de los pétalos del pubis,
abro la jaula palpitante de mi sexo
y dejo escapar un vendaval de pájaros de fuego
que dibujan círculos candentes
en las palmas de tus manos.
Abro mis brazos poderosos
para recibirte en mí,
chiquillo dulce al que jamás olvido
y tu boca ausente bebe melancolía
de mis pezones duros como cerezas nuevas.
Con sinuosos movimientos
copulo con tu sombra intacta
y en el declive del éxtasis
envuelvo mi lengua en una crisálida de mutismo,
cerceno mi voz y mi garganta
y abjuro eternamente de las palabras
Otra vez me deshojo
en la hondura del bosque pretérito
que sangra en filo desgarrado
de un puñal verde.
Con la suave modestia de la violeta
que hamaca su desnudez
en la boca del viento
me despojo de los pétalos del pubis,
abro la jaula palpitante de mi sexo
y dejo escapar un vendaval de pájaros de fuego
que dibujan círculos candentes
en las palmas de tus manos.
Abro mis brazos poderosos
para recibirte en mí,
chiquillo dulce al que jamás olvido
y tu boca ausente bebe melancolía
de mis pezones duros como cerezas nuevas.
Con sinuosos movimientos
copulo con tu sombra intacta
y en el declive del éxtasis
envuelvo mi lengua en una crisálida de mutismo,
cerceno mi voz y mi garganta
y abjuro eternamente de las palabras
(ni siquiera en sueños desato
los nudos de orgullo que socavan
los finos hilos del lenguaje
y me permito decirte que te amo;
con celo monjil perpetúo
mis recatados votos de silencio)
Poco a poco,
mi cuerpo blanco se cubre de musgo,
las aves anidan en las hebras salvajes de mi pelo
y mi piel estalla en alucinados brotes
que me empujan
al filo desgarrado de un puñal verde;
mi saliva es la savia que gotea
en el umbral de tu noche
y mi piel rubrica su sentencia
mudándome
en la diosa viva más perfecta
de tu fantástica cosmogonía privada.
los nudos de orgullo que socavan
los finos hilos del lenguaje
y me permito decirte que te amo;
con celo monjil perpetúo
mis recatados votos de silencio)
Poco a poco,
mi cuerpo blanco se cubre de musgo,
las aves anidan en las hebras salvajes de mi pelo
y mi piel estalla en alucinados brotes
que me empujan
al filo desgarrado de un puñal verde;
mi saliva es la savia que gotea
en el umbral de tu noche
y mi piel rubrica su sentencia
mudándome
en la diosa viva más perfecta
de tu fantástica cosmogonía privada.
Arte: Sarah Bishop
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