AL FINAL DEL ASUNTO…
No es el amor, ni el sexo, ni la revolución ni la locura.
No es la religión, ni la violencia, ni el capitalismo ni el
llanto.
Ni siquiera es Alicia cruzando al otro lado del espejo.
La octava casilla está desierta
(nunca vas a convertirte en Reina,
abandonaste la partida cuando te sentiste Byron
y decidiste
que la vida era demasiado corta para gastarla
desplazando trebejos).
No es el dolor, ni la nostalgia, ni el naufragio ni el sueño.
No es la máscara civilizada
que te lava los gestos
cuando salís al mundo y enseñás los dientes
en un remedo despiadado de sonrisa.
Ni siquiera es ese hombre que jugó a envolverte
con su críptica ternura
(no era el autor del cielo
ni del hoyuelo que muerde tu cintura,
pero sabía, sabía, ¿sabía…?).
No es la poesía
(no es, por lo tanto,
ni la muchacha desnuda que ignora
el poder de la piel,
ni el cuchillo exacto,
ni el vino definitivo).
No es este cuerpo arrumbado en un rincón del instinto
como un violín polvoriento
negándose a la mano ejecutora del milagro
(este cuerpo que fue y que vino,
que fue y se quedó,
que fue y fue).
¿La octava casilla está desierta?
God save the
queen,
aunque la corona
la use otra.
Al final del asunto siempre es la Muerte, Anne.
Siempre es la
Muerte.
Arte: "Dance
of the crows", Toon Hertz
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