EL ÚLTIMO CAFÉ
El último café
desligó
las amarras de la fiebre.
Te busqué
entre los pasantes grises,
los detenidos,
los que crecían
como árboles de carne
en las aceras rotas.
Había perros que no sabían
dónde quedaba el llanto.
Y yo te buqué.
Inconmovible.
El último sorbo de café,
frío,
inapelable,
trajo tu ausencia.
Amé tu rostro
porque era ajeno
-no me quedó nada en las manos-.
Te busqué,
pero fue como sentarme a morir.
El hombre de blanco tocó mi hombro,
el hombro del cadáver.
Esbocé una sonrisa.
Una mueca.
Las cenizas viajaban al azar.
Y los perros no sabían.
Arte: Edward
Hopper
No hay comentarios.:
Publicar un comentario