domingo, 28 de diciembre de 2025

BIG FISH

 BIG FISH


Ayer vimos “Big fish”.
Yo, por enésima vez.
Él, por primera.
Los dos recostados en la cama grande
como hace veinte años
cuando nos empachábamos con películas de Disney
y maratones navideñas de Cartoon Network.

“Big fish” fue, durante mucho tiempo,
una especie de broma en la familia:
“La película que le gusta a tu mamá
y a diez locos más”.
La película de los mentirosos compulsivos.
La película de los soñadores compulsivos.
La película de los que merecen la vida que imaginan
y no la vida chiquita que les tocó en suerte. 

Dos horas lo miré de reojo
(¿Gran pez, estás ahí?).
Dos horas esperé el visto bueno,
la comunión, la magia
(aunque su padre no cuente historias,
aunque yo no recuerde ninguna de las historias que contó mi padre,
aunque la mayoría de las veces seamos
dos pececitos cautivos
dándonos cabezazos contra la rutina
de una pecera miserable).

Le gustó “Big Fish”.
Sí, es una gran película.

Entre las cosas que te dejo, hijo,
están el Ojo, Spectre,
el vestido celeste que llevaba Sandra Templeton
el día que Edward Bloom la vio por primera vez.
Entre las cosas que me diste está
el pequeño alivio de saber
que habrá algo de mi voz en tu voz
el día que tu palabra me releve
para contar mi historia.




viernes, 26 de diciembre de 2025

CHOUPETTE

 

CHOUPETTE


“El más pequeño gato es una obra maestra.”
Leonardo da Vinci


Duerme a mis pies,

una bolita térmica que sustituyó al invierno.

Se hace como se hace el silencio

caliente y dulce,

filtrándose entre los intersticios de la casa,

reinando en el paraíso trivial de los sillones,

corriendo detrás de todo lo que rueda,

un carretel de hilo,

un corcho,

una lágrima.

Le toco la cabeza,

pequeña corona de deidad doméstica

abierta al mundo en sus ojos verdes,

cuento las chispas de su lomo elástico.

Brilla en su soledad pero me busca a veces,

si tiene hambre,

si tiene frío,

si la caricia no llega en tiempo y forma

colmando su exigencia.



Duerme a mis pies,

una bolita tropical que respira

subiendo y bajando como la marea.

Pero en sus sueños es una bestia dorada

que gotea cuando la tormenta arrecia,

dueña de las tejas y las chapas,

isla indescifrable

en el archipiélago de la noche,

y se descuelga

de las oraciones vespertinas,

para hundirse en la boca de la luna.



Es una gatita,

una linda gatita,

podría ser un dibujo animado,

comiendo lasaña,

dejándose burlar por los ratones.

Tiene el nombre de la mascota

de un diseñador de moda.

Pero cuando se relame adivino la ferocidad

que 9000 años de humanidad invasora

no pudieron quebrar.



Ayer mató a un pájaro y  me lo ofreció,

una dádiva cruel como un plato de carne cruda.

Hay algo inquietante en ella,

un demonio cazador que reposa

hasta el zarpazo inesperado.

Pero duerme a mis pies,

humeante,

mullida,

y yo agradezco que me engañe

y me deje pensar que es mía.


martes, 23 de diciembre de 2025

LA PRIMERA NAVIDAD


 LA PRIMERA NAVIDAD

 

¿Sabés  que recuerdo cuando te recuerdo?

Los desayunos en los que untabas Casancrem

en galletitas de agua,

para vos y para mí.

Lo hacías con una torpeza enternecedora.

Tus manos estaban cansadas, mamá.

Tu cuerpo estaba cansado.

Y nosotros intentando colgarte una primavera

que ya no te pertenecía.

Como si esa primavera fuese una guirnalda

y vos un pino que había olvidado

cómo ser verde,

cómo brillar en un rincón de la infancia.

 

La Navidad se acerca, mamá.

Ya casi nos pisa los talones.

Es curiosa la Navidad:

no importa cuántos muertos nuevos la pueblen

con sus muecas dolidas.

No importa cuántas catástrofes domésticas acarree.

Siempre la festejamos.

Partidos, en carne viva,

siempre la festejamos.

Aunque no creamos en el nacimiento

de un dios que no nos comprende

y al que apenas comprendemos.

 

Me acuerdo de la primera Navidad

después de la muerte de tu hijo.

Mi hermano, mamá.

Yo brindé por él

como los policías de las películas yankees

brindan por sus caídos

y después me fui al patio a llorar.

Con mi vestido nuevo.

Cargando esa vocación de festejo extraña

que nos reunió alrededor de la mesa

a pesar de la ausencia.

 

Esta va a ser la primera Navidad sin vos, mamá.

Tus hijos ya estamos haciendo planes:

en tu casa o en la mía,

asado o cena fría,

en el patio,

ojalá que no llueva,

la música al mango

total ya no están los viejos para quejarse.

La vida es una rueda que sigue girando.

Sigue y sigue.

Y está bien que así sea.

Así es como tienen que ser las cosas.

 

Esta va a ser la primera Navidad sin vos, mamá.

Voy a brindar como un policía yankee

que celebra la vida del caído.

Y por ahí me voy al patio a llorar.

Un poquito.

Un poquito, nada más.

Porque te extraño.


Tanto, tanto.


 

domingo, 21 de diciembre de 2025

DEL ‘67

 DEL ‘67 
A Daniel, que fue parte del camino 

“¿Qué pasa en la Tierra que el cielo es cada vez más chico?
Fito Páez

Nací en el ’67 con Sargento Pepper a la cabeza.
Fue en plena primavera. Ya habían debutado los Doors
y se había incendiado el Apollo 1.
No sé si mamá se enteró. No sé si le importó.
Ella estuvo nueve meses en cama esperando a su segundo bebé
(su tercer bebé, porque el segundo
se había diluido en una frustración de sangre).
En Hanoi los cowboys se inyectaban
banderas decoloradas y muerte.
En California los hippies masticaban flores
y hablaban de amor.
En Buenos Aires sonaba La balsa
Racing festejaba.

En el ’69 el hombre pisó la luna
y yo dormía la siesta.
En el ’72  empecé el Jardín de Infantes
mientras Khim Phuc corría desnuda
mordida por el napalm
(todavía le duelen las quemaduras,
pero sonríe).
El ’76 me encontró ciega de padre.
El ’78, cortando papelitos,
de inocencia entera,
porque no sabía.
El ’80, remolcando hasta la escuela
el cadáver de John Lennon.

Las casas del barrio siguen igual,
los viejos se murieron todos.
Doña Laura, Doña María, Don Manolo
se dieron de baja sin hacer demasiado ruido.
No noté que faltaban
hasta que toqué un timbre al azar
y un extraño me abrió la puerta.
Cuando se empezaron a morir los jóvenes
debuté con las pastillas:
una para dormir,
otra para despertarme,
una más para poder venderle a mi hijo
un mundo en el que no creo
(es espacioso, tiene buena luz,
una mano de pintura y queda como nuevo).
En el 2000 me emborraché, como todos.
Supongo que mi vida no tiene nada de extraordinario.

Nací en el ’67 con Sargento Pepper a la cabeza.
Este año voy por los cincuenta.
Toco los timbres de siempre
y son extraños quienes me abren las puertas.

Lo único que me consuela es que Khim Phuc sonríe.
Me gustaría ser como ella.