domingo, 21 de diciembre de 2025

DEL ‘67

 DEL ‘67 
A Daniel, que fue parte del camino 

“¿Qué pasa en la Tierra que el cielo es cada vez más chico?
Fito Páez

Nací en el ’67 con Sargento Pepper a la cabeza.
Fue en plena primavera. Ya habían debutado los Doors
y se había incendiado el Apollo 1.
No sé si mamá se enteró. No sé si le importó.
Ella estuvo nueve meses en cama esperando a su segundo bebé
(su tercer bebé, porque el segundo
se había diluido en una frustración de sangre).
En Hanoi los cowboys se inyectaban
banderas decoloradas y muerte.
En California los hippies masticaban flores
y hablaban de amor.
En Buenos Aires sonaba La balsa
Racing festejaba.

En el ’69 el hombre pisó la luna
y yo dormía la siesta.
En el ’72  empecé el Jardín de Infantes
mientras Khim Phuc corría desnuda
mordida por el napalm
(todavía le duelen las quemaduras,
pero sonríe).
El ’76 me encontró ciega de padre.
El ’78, cortando papelitos,
de inocencia entera,
porque no sabía.
El ’80, remolcando hasta la escuela
el cadáver de John Lennon.

Las casas del barrio siguen igual,
los viejos se murieron todos.
Doña Laura, Doña María, Don Manolo
se dieron de baja sin hacer demasiado ruido.
No noté que faltaban
hasta que toqué un timbre al azar
y un extraño me abrió la puerta.
Cuando se empezaron a morir los jóvenes
debuté con las pastillas:
una para dormir,
otra para despertarme,
una más para poder venderle a mi hijo
un mundo en el que no creo
(es espacioso, tiene buena luz,
una mano de pintura y queda como nuevo).
En el 2000 me emborraché, como todos.
Supongo que mi vida no tiene nada de extraordinario.

Nací en el ’67 con Sargento Pepper a la cabeza.
Este año voy por los cincuenta.
Toco los timbres de siempre
y son extraños quienes me abren las puertas.

Lo único que me consuela es que Khim Phuc sonríe.
Me gustaría ser como ella.

 

jueves, 18 de diciembre de 2025

ESCALOFRÍOS


   ESCALOFRÍOS
 

La escucho deambulando,

toda la noche.

Abriendo y cerrando cajones.

Desparramando papeles.

Dando pequeños golpes en las paredes

como si quisiera asegurarse de que es,

de que existe.

Sin que ella supiera cómo, dónde, por qué,

la línea de la vida se hizo pájaro

y se voló de su mano.

Ahora sus dedos son los barrotes

de una jaula vacía,

y ella, una gitana blanca,

una gitana ciega

mirándose con desconsuelo

el destino amputado.

Aullando.

 

Cuando aúlla

siento escalofríos.

No estoy preparada

para cederle mis noches a un fantasma.

No tengo el valor que se requiere

para ver levitar sus pies de jazmines rotos

a quince centímetros del suelo.

No me atrevo a mirarla a los ojos,

a seguir una trayectoria de terror

pupilas adentro

para adivinar qué herida, qué venganza,

qué profecía de amor no cumplida

la mantienen atrapada

en un mundo al que ya no pertenece.

 

Cuando aúlla

siento escalofríos.

Me tapo la cabeza con la almohada

y lloro bajito.

Lloro hasta que me quedo entredormida

y un mugido de estrella me empuja

contra la cama.

Le temo y ella lo sabe.

Le temo y yo sé

que eso le provoca una tristeza infinita.

 

 La escucho deambulando,

toda la noche.

Aullando. Aullando. Aullando.

 

Soy yo

en cada rincón de la casa.



Arte: Tom Gates

martes, 16 de diciembre de 2025

DE MI ESTADÍA EN EL PAÍS DE OZ


DE MI ESTADÍA EN EL PAÍS DE OZ
 
 
 
No sé cuál era el nombre del tornado
 
que me arrastró al País de Oz:
 
¿dolor, desamor, desconsuelo?
 
Sólo sé que estuve sola en el viaje,
 
y que fui yo la niñita que necesitaba volver a casa,
 
la que necesitaba un corazón,
 
y un cerebro,
 
y la valentía para mirarse al espejo
 
aceptando que los años conspiraban
 
debajo de mis ojos antes tan luminosos,
 
y había algunos cabellos blancos
 
mordiéndome las sienes,
 
y un puñado de cuentas sin saldar
 
abiertas en mi piel
 
como llagas umbrías.
 
 
 
 Hice el viaje hasta Ciudad Esmeralda
 
subida a unos zapatos rojos de tacón
 
que me quedaban un poco grandes
 
(Freud, zapatos rojos,
 
pasiones desbocadas,
 
obsesiones…
 
sólo por una vez
 
déjenme pisotear las reglas
 
de un mundo que no entiendo).
 
 
 
Hubo caminos amarillos interminables
 
donde reposar mi otoño
 
y fui todas las Reinas,
 
y todas las Brujas
 
(las malas y las buenas,

las muertas y las vivas).

Gocé entre amapolas,

pero me quedé dormida

y no supe despertar a tiempo

(las mentiras son poderosos narcóticos;

necesitamos creer y creemos

y nos hundimos cada vez más

en un falso paraíso alucinado).



  Ustedes ya saben cómo termina el cuento:

Oz, “el Grande y Terrible”,

era un hombrecito insignificante.

El gran farsante

atiborró mi cabeza con afrecho, alfileres

y un poco de paja,

y me regaló un bonito corazón

de seda roja

relleno de aserrín,

y me dio a beber una pócima falaz

jurando que me haría valiente.

Y me empujó fuera de Ciudad Esmeralda

(una ciudad que, al fin y al cabo, no era verde:

era una ciudad gris,

como todas las ciudades,

sólo que el hombrecito me obligó a usar anteojos coloreados

para que yo viera las cosas

como él creía que debía verlas). 



Todavía me faltaba volver a casa.

Cerré los ojos

y deseé con todas mis fuerzas

dejar atrás ese país artificial, bello y extraño

donde anidaba la mentira

y la crueldad era moneda corriente.


 Pero antes, me descalcé.



Zapatos rojos, nunca más.
 


 

Arte: Jordan Carson 

Del poemario "Once Upon A Time" (2014)

domingo, 14 de diciembre de 2025

MANDALA


 MANDALA




I

La desnudez del aire

y los cuerpos

como estrellas binarias.

Imposible prolongarse en el otro:

nos circundamos,

nos acordonamos,

pero estamos solos

(el sudor es  frontera).



II

Un volcán

se estaciona en mi pulso.

Oigo

como nace una rosa.

Soy una extraña criatura doméstica.

La que no cesa de arder

y promete

su poema como huella.



III

Hubo un andamio

entre soles

(el saludo del fuego

a todos los hijos vagabundos,

la mordedura del verano

sacudiendo las redes).

Las abejas volvieron

(espolvoreadas de viento).

Se calzaron

el zapato de cristal del mediodía.

Te toqué

(desde entonces la pólvora).



IV

Ángeles

pulsando

en las aristas de la sangre.

Pupilas que se rompen.

Grietas tibias

en la arcilla de los párpados.

Un cuerpo

que se deshace en la noche.

El traje del hombre amado

recostado en la lluvia.

La barca sosegada me transita.

Me desperté

con todo el mar en las venas.



V

Orbita

el cuerpo celeste.

Entonces la carne se circula.

Es un nudo de luz.

Hombre y mujer rodando.

Intemperie

donde caen los sentidos

mientras la luz apura

su vaso de constelaciones.






Del poemario "Once Upon A Time"  (2014)

viernes, 12 de diciembre de 2025

LOS DIARIOS DE ALEJANDRA


 LOS DIARIOS DE ALEJANDRA


París, 1960

24 de diciembre

Desperté viéndome como un cuerpo sin piel, una llagada.



Dice una voz,

dice una cornisa de pájaros

desplumando

súplicas ajenas.

Dice la sentencia del aire.

Se declara culpable del poema.

Las palabras

abren y cierran cajones.



Dice que fue un cadáver

y ahora es una anciana feroz

cortando hilos.

Descosiendo  la arpillera de las sombras.

Trayendo de regreso

a las bestias de sangre.

Sin poder mantener a raya

sus harapos de  infancia.



No se puede armar un nido

con los barrotes de una jaula.

¿A dónde irá a vender su desnudez

la niña desposada con las máscaras?



El abecedario es un océano sucio.

Dice que se ahoga.






Del poemario "Once Upon A Time"  (2014)

miércoles, 10 de diciembre de 2025

JULIETA


JULIETA



Hubo un balcón,

florado,

desflorado,

un hilo de noche saliendo de la boca,

mientras las cinco puntas de una estrella

le nadaban el rostro.

La doncella pálida entendía

la piel de las palabras.

Desdoblaba las manos

para tocar el perfil de una promesa

que le dolía

-tanto-

entre las piernas.



Él iba y venía,

hablaba del nombre de la rosa,

de un silencio cualquiera.



Él se juraba vaina de la espada,

pero ella fue la sangre

cuando aquel beso de rumbo equivocado

le puso la muerte entre los labios.







Del poemario "Once Upon A Time"  (2014)

 

lunes, 8 de diciembre de 2025

ANA


 ANA

A Ana Frank



El sol acopia el paisaje 

en el corazón rebosante de lilas. 

Con pétalos le lava los ojos 

a la memoria cautiva. 

Así es como la toca la primavera. 

Como un ángel hecho de señales. 

Magia viva de hilos transparentes. 


II

El virus del encierro se instala

en el cuchillo de niebla 

que desflora  un  pan con cicatrices. 

Pero ella se parte y se comparte 

a mitad del poema. 

Toca el cielo, tan lejano y tan próximo. 

Es el intento humano de cantar 

lo que queda de las amapolas vivas. 


III

La adolescencia y sus huesos de pájaro. 

La médula de miel dialogando 

con el jardín imaginado. 

Más allá, la columna vertebral del odio 

erguida en el lento acabarse 

de las constelaciones. 

Mordidas de lobo acechando 

el ruedo sencillo  del primer beso dado. 


IV 

La enfermedad caliente del cerrojo. 

Las rejas. La quemadura incurable. 

La Muerte exorcizada con un lápiz. 

La Muerte incendiada 

en la hoguera de la luna. 

Una soga de palomas sosteniendo 

la emoción de la cintura que despunta.



Ana innumerable. Ana de luz infinita, 

Ana muriéndose de todos los inviernos. 

De todas las gargantas cegadas de nieve. 

De todas las fiebres. 

Las manos del odio encajando frío

en una mortaja de zozobras. 

El adiós escrito en un pañuelo de sal 

que se bate a duelo con el viento.


VI 

Una lenta pulsión de terciopelo 

poniéndole su voz a la esperanza. 

Ella apagando las luces en los cuartos 

de la sed y del hambre. 

Ella reinventando un océano 

de ruiseñores germinados. 

Sembrando un  retal de mariposas 

en las gargantas de los sobrevivientes.







Arte: "Portrait of Anne Frank", Ekaterina Nesterova

Del poemario "Once Upon A Time"  (2014)