jueves, 31 de agosto de 2023
LA VENGANZA DE VAMPIRA
martes, 29 de agosto de 2023
SERGIO
en tacitas de porcelana.
Arte: Vera Klimova
domingo, 27 de agosto de 2023
DRÁCULA Y LA PELIRROJA
viernes, 25 de agosto de 2023
UN VIEJITO
Te tomo del brazo
y tu fragilidad me golpea
como un relámpago de papel de arroz.
Apenas un suspiro de piel
envuelve tus huesos,
como si fueras un regalo que la muerte
está esperando desde hace mucho tiempo,
un regalo que escondemos
en los lugares más insólitos de la casa,
cruzando los dedos para que no te encuentre,
siempre cruzando los dedos.
Te tomo del brazo
y ochenta años de idas y venidas,
de sueños que fueron y no,
parecen deshacerse al tacto.
“Mirá cómo estoy”, me decís,
y caminás despacito,
encorvado sobre el jardín
que cuidás a duras penas,
el trípode fracasando en el reemplazo
de la antigua soltura de tus pasos.
Pero con vos me pasa
lo mismo que me pasa cuando me miro al espejo:
nunca veo a una mujer de más de cincuenta
con los rasgos deformados por el cansancio.
Siempre me sonríe desde el cristal
la chica de veinte que se comía al mundo,
y es un alivio que me sonría
y no me reproche nada.
A vos te veo, te pienso, te sueño,
con el pelo oscuro, la espalda recta,
los graciosos bigotes de los 70’s
y esa camisa rayada de distintos tonos de verde
que saltó del placard a la cocina
y fue repasador tantos años.
Comprando regalos de Reyes,
útiles escolares, zapatillas Topper,
discos de vinilo.
Ocupando, como pudiste,
el lugar del padre ausente.
Te tomo del brazo
y tu fragilidad me golpea
como un relámpago de papel de arroz.
No estamos en los 70’s.
Sos un viejito, tío.
El Winco se rompió hace años.
Entonces cruzo los dedos
y me esfuerzo por esconderte
en el lugar más insólito de la casa.
El lugar del milagro.
Ese donde ella
no pueda encontrarte nunca.
miércoles, 23 de agosto de 2023
MERCEDES DE ACOSTA ESCRIBE SU PRIMER POEMA DE AMOR PARA GRETA GARBO
en una ofrenda a la Diosa:
de su cuerpo largo y sagaz,
domingo, 20 de agosto de 2023
INFOMERCIALES
Mi madre me vestía dormida,
y dormida me llevaba a la escuela,
porque yo rogaba por ese "ratito más".
Como si los últimos minutos de sueño
fuesen los más preciosos,
los más reparadores.
Siempre odié madrugar.
Llegué tarde a todos mis trabajos
y me la pasé remendando impuntualidades
con buena voluntad y sonrisas.
No lo hacía a propósito:
era ese "ratito más" al que nunca pude resistirme.
Ahora, a las 7 AM abro los ojos
y siento que la cama me eyecta
de su aséptica blancura.
No me quiere ahí,
dando mil vueltas y mascullando dolores viejos.
Mojando las almohadas con mi llantito monótono.
La cama no me quiere: no soy la bella durmiente.
Soy una señora despeinada
que, todavía en camisón,
manotea un cigarrillo y prende la TV
porque el silencio la aturde.
Una señora algo masoquista
que se somete, voluntariamente,
a la primera tortura del día:
los infomerciales.
No, no quiero construir nada.
Ni mi baño ni mi sala de estar
necesitan remodelaciones
No me interesa fabricar muebles
que puedo comprar hechos.
No quiero ningún electrodoméstico
que bate, amasa, te sopla la receta,
y después se convierte en R2-D2
y te barre la cocina.
No anhelo un vientre plano,
unas piernas torneadas
y unos glúteos de ensueño.
Y jamás adquiriría un aparato
para hacer gimnasia,
porque ya tengo perchero:
la bicicleta fija.
Odio los infomerciales.
Casi tanto como madrugar.
Sin embargo, ahí están:
haciendo ruido para que el silencio
no se ensañe con el café
y el primer cigarrillo del día.
Podría sintonizar algún canal de noticias
pero me angustian demasiado.
Podría ver alguna película
(aunque la agarre empezada)
pero últimamente me cuesta concentrarme.
Nunca sé quiénes son los buenos
y quiénes son los malos.
Y, si la película es romántica,
nunca sé cuál de los tórtolos
es el más estúpido.
Siempre odié madrugar.
Aún cuando no existían los infomerciales
y ningún señor aterradoramente feliz
gritaba "Llame ya, y le regalamos esto, y esto, y esto.
Llame ya. Llame ya. Llame YA".
Yo creo que este sacrificio
de ver los infomerciales cada mañana
tiene que ver con juntar coraje y llamar.
Algún día llamar.
No para hacer una compra, por supuesto.
Para mandar a alguien al carajo sin culpa
y empezar el día
un poquito más aliviada.
Después de todo,
las operadoras me están esperando.