LOS GUANTES DE RITA HAYWORTH
Rita se saca un guante
y Margarita llora desnuda
en el rincón de un cuartucho mexicano.
Tiene doce años y su padre la obliga
a pintarse la cara y bailar,
a beber con su cuerpo niño
cócteles de baba y claveles.
Llora porque la tocan
-su padre la toca, los ojos de los hombres la tocan-
ahí, donde no quiere, donde le duele.
Se desangra en el escenario y ¡olé!
Que siga el taconeo.
Rita se saca un guante
y Margarita mutila su nombre de flor,
se tiñe el pelo de rojo,
se casa por amor y se descasa por lágrimas,
se casa por amor y se descasa por golpes.
La siguen tocando donde no quiere, donde le duele.
La siguen tratando como una nena de doce años
que baila para no caerse muerta.
Como a una puta que se saca un guante.
No hacen falta cinco hombres para hacer infeliz a una mujer:
con uno solo basta,
con papá basta.
Gilda se saca un guante
y ya todos saben que al poderoso Johnny Farrel le engañaron
y que su esposa es una...
Rita dice esa no soy yo,
yo estoy llorando desnuda en un rincón,
mastico claveles, sangro, taconeo,
me pinto la cara, me llamo Margarita.
Margarita se saca un guante
y todas las luces se apagan.
La marea del silencio sube en su cabeza roja.
Algo tendrá que ver la luna con esto,
la luna como una inmensa goma de borrar estrellas,
de borrar soldados excitados, bombas que explotan con su nombre,
melenas de fuego,
y claveles, y vestidos, y lágrimas,
y doce años que le duelen ahí,
ahí donde debería estallar el amor.
La memoria se saca un guante
y…
y…
Arte: "Rita Hayworth", Ivo Milazzo
De "Enaguas de encaje rotas", Editorial Ruinas Circulares (2019)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario