UN VIEJO MARICÓN
Ramón Novarro fue,
en su juventud,
el álter ego de Rodolfo Valentino.
Había lavado muchos platos
antes de convertirse
en un Ben Hur latino y musculoso
en las playas de Nueva Jersey.
Había pasado muchas noches rezando,
(Dios te salve, María)
antes de comprender
que el cuerpo no era un pecado.
En 1968
poco quedaba de su antigua gloria.
era, apenas,
Lo mataron a golpes
dos machitos feroces que justificaron la sangre
vendiéndose como chicos inocentes
acosados por un pervertido.
La prensa publicó que Ramón había muerto
con un consolador art decó de grafito,
autografiado por el divino Rudy,
incrustado en la garganta.
Eran tiempos de brujas y cacerías:
un viejo maricón ameritaba
un final con escándalo.
Algo que les recordara a los lectores de la “TV Guide”
y a los devoradores de hamburguesas
que el que mal anda, mal acaba,
siempre.
De "Enaguas de encaje rotas", Editorial Ruinas Circulares (2019)